-¿En qué trabajas?
-Desde hace dos años en la fábrica de hidrocarburos, en todo lo que es soldadura. Principalmente en el mantenimiento del horno.
-¿Qué horarios tenés?
-Son dos turnos rotativos por cada semana. Uno es de 6 a 14 horas, y el otro de 14 a 22. Esta semana me tocó de tarde y cuando jugamos con Aberastain cambié el turno para estar.
-¿Se te complica con los entrenamientos?
-Sí. Cuando me toca de tarde tengo que cambiar los turnos, pero hay veces que no se puede y entonces tengo que faltar al club. A mí siempre, todo me costó el doble. Por eso estoy feliz por este momento que pasamos.
-¿Cómo es el trabajo que hacés?
-Es muy riesgoso. Tengo que soldar con el horno mientras está prendido. Por ahí lo hacés al lado de la lingotera que es la que lleva una sustancia parecida a la lava de un volcán. Es duro.
-Cuando tenés un turno de la mañana en la Fábrica, ¿cómo es un día de tu vida?
-Me levanto a las cinco, desayuno y me voy en la moto a la fábrica. Salgo a las dos, vengo, almuerzo con mi familia y de ahí a las cuatro me pasa a buscar en su auto Roberto Ovejero y nos vamos al club. Vuelvo tipo siete, me pongo a ver televisión con los chicos y mi señora. Comemos algo a las diez y después a dormir.
-¿Cómo está compuesta tu familia?
-Estoy juntado con Vanesa desde hace nueve años y tenemos tres hijos: Kevin, de nueve; Brisa, de cuatro y ahora llegó hace un año el más chico, Brian. Y cerramos la fábrica…(sonríe).
-¿Dónde arrancaste en el fútbol?
-A los cinco años en la Villa San Damián, con Jorge el Vaca Olmos de técnico. A los diez me llevaron a Unión y estuve ahí hasta la Cuarta. Pero abandoné porque no me gustaba mucho entrenar y con el tema del trabajo se me complicaba. Después de dos años parado, ya con 20, me fui a jugar en Unión San Isidro en Cochagüal. De ahí me vine hace tres años a la Villa San Damián cuando arrancó en la B y me vio la gente de 9 de Julio y antes de subir en la serie contra Unión me llevaron. Me tocó ascender con 9 de Julio y en la cancha de Unión.
-¿Siempre de atacante?
-No. De chico jugaba de volante. Lo de delantero fue una casualidad. Jugando para San Isidro, estábamos en un clásico contra Huarpes, y me lesioné la rodilla. El técnico me estaba por sacar y le pedí que me mandara adelante para no correr tanto. Y en las dos primeras pelotas que me cayeron para la zurda (NR: su pierna hábil es la derecha), la metí las dos veces. Increíble. Al campeonato siguiente seguí de delantero y salí segundo goleador. Incluso cuando vine a San Damián salí otra vez segundo.
-¿Alguna patada que recordés?
-En una final jugando para San Isidro ante Sarmiento. No alcancé a jugar dos minutos y vino el seis de ellos y me metió una trompada en la ceja. De la calentura que tenía me levanté ensangrentado para ir a buscarlo, pero no pude hacer más nada. De ahí lo siguiente que me acuerdo es que estaba en el hospital con un apósito porque me dieron cinco puntos de sutura.
-¿Te lo volviste a cruzar al rival?
-Sí, hablé con él al tiempo. Me dijo que no había sido de mala leche, pero la verdad que no era muy creíble. Igual, antes del partido ya me habían dicho que tuviera cuidado porque me iban a tratar de sacar del partido. Y lo hicieron…
-¿Un técnico que te marcó bastante?
-Muchos, pero si debo elegir a uno en particular podría decirte que a Aldo Rodríguez. Me dirigió en la Cuarta de Unión y también en 9 de Julio. Es un buen ejemplo y me enseñó muchas cosas.
-¿Un técnico con el que no tuviste química?
-Diría que con Oscar Escoda cuando recién me llevaron a 9 de Julio. La verdad que no supe nunca por qué tuvimos esa relación, pero no anduvimos bien.
-¿Estás nervioso en la previa de la definición?
-Ansioso de jugar de una vez por todas. Por ahí también un poco angustiado por todo lo que se dice de ir a jugar a la Villa, pero está bien que jueguen ahí porque esa es su cancha. Solo espero que sea el que pueda celebrar y no haya incidentes. Tiene que ser una fiesta.
-La última, ¿qué hacés con la camiseta del próximo domingo?
-Es una sorpresa. Primero el título y después cumplo con lo que pienso.