-¿De dónde sos?
-Nací en Jáchal, pero desde muy chico nos vinimos a la Capital con mi mamá (Maria Violeta) y algunos hermanos después que se separó de mi papá. Todo se hizo muy duro desde pibe porque los recursos faltaban, pero siempre la peleamos juntos.
-¿Muchos hermanos?
-Éramos ocho en total. Yo era el segundo. Mi hermana, Lorena, que era la mayor, murió ahogada en un canal cuando yo era muy chico. Por eso, junto con mi hermano que me sigue en edad, hubo que ponerle el pecho a las cosas para ayudar a mi mamá en todo lo que se pudiera. Hoy que veo a mi vieja con su casa propia en Chimbas me siento muy feliz por todo lo que la peleó.
-¿Imagino una infancia complicada?
-Sí. Hubo momentos en que no la pasamos bien, pero siempre unidos, eso es lo que más rescato. Nos fuimos a vivir al callejón Las Flores y tuvimos que vivir con mis hermanos en una pieza hecha de naylon. Son cosas fuertes, pero que te hacen más duro cuando las superás.
-Ahora vivís en Concepción con tu familia, ¿cómo está compuesta?
-Estoy casado con Yanina, que es docente, y tenemos tres hijos: Oriana (6 años), Uriel (5) y Santiago (1). Vivimos en el fondo de la casa de mi suegro, en una pieza que pude construir. Ahora con mi señora la estamos peleando por Uriel que tienen que operarlo porque desde que nació no escucha ni habla. Le falta todo lo que es el aparato auditivo y estamos desde hace cuatro años a las vueltas con la obra social. Incluso, fuimos a Mendoza para que lo operaran en el Notti y cuando lo estamos preparando con el tema de la anestesia y todo eso, le dieron tres preinfarto. Esperemos que cuanto antes lo operemos para que tenga la vida de un niño normal de su edad.
-¿Tenés otro trabajo además del fútbol?
-Sí, sino es imposible llegar a fin de mes. En la mañana y hasta la siesta trabajo con mi hermano en la construcción. También hago trabajos de jardinería. Me defiendo en lo que pueda para ayudar en casa y darle lo mejor a los hijos.
-¿Futbolista por elección propia?
-Siempre me encantó el fútbol. Era de jugar en los torneos callejeros de pibe y un día me fui a probar a Colón Junior con un amigo y quedé. A los 15 años me subió a Primera el técnico del equipo, Mario Oropel. Ahí fuimos campeones varias veces y también descendimos algunas veces (sonríe). En el 2004 me fui a Desamparados y ascendimos al Argentino A, pero al volver a Colón no pude jugar y entonces me fui seis meses a la Villa Obrera a pelear la permanencia. Siempre tuve la idea de algún día volver a ese club porque me quedó como una cuenta pendiente. En el 2005 me llamó el Roly Rodríguez para jugar en Del Bono y acepté. Salimos campeones en el Oficial y hace un par de años ascendimos, con el Pepe Bravo de técnico, al Argentino B.
-¿Un momento lindo y otro triste en el fútbol?
-Lindos hay varios, como los ascensos o los títulos. Pero el hecho que me marcó por lo malo ocurrió hace dos años. Teníamos que jugar con Huracán Las Heras, en Mendoza, y antes de viajar pasé por la casa de mi hermana en el callejón Las Flores para verla y saludar a mis sobrinos, que eran mellizos y tenían tres años en ese momento. Me pidió mi hermana que me quedara 15 minutos a tomar maté, pero yo le dije que no porque tenía que almorzar con el plantel para luego viajar. A la media hora que me voy de su casa, me suena el celular y me dicen que no encuentran a mis sobrinos: se habían caído al canal que pasa por ahí y no aparecían. Yo no quería viajar a Mendoza, incluso uno vez que los encontraron fui al Hospital Rawson y vi a uno que estaba todo entubado. Me dijeron que al hermano lo estaban asistiendo. Me fui a jugar y cuando vuelvo, me cuentan que falleció uno. En la actualidad, el hermanito quedó con parálisis cerebral y mi hermana la está luchando para recuperarlo lo que más pueda. Es una espina que me quedó para siempre y que no se la deseo a nadie. Si me hubiera quedado a tomar matés con mi hermana, por ahí no pasaba esta tragedia. Es cierto eso que la vida te da por un lado y te quita por otro. Pero lo importante es que nunca hay que bajar los brazos.

