-¿Cómo surgió esto del arbitraje?
-LLevaba mucho tiempo en el rugby y empecé por inquietud, por conocer un poco más el reglamento para explicárselos a los chicos que yo entreno. Por eso empecé un poco a inspeccionar, y por iniciativa de Gustavo Pérez, un árbitro renombrado acá en San Juan, me invitó hacer los cursos y me gustó mucho, me sentí cómoda hasta que llegó la primera designación.
-Y… me sentí rara. Un poco tímida al principio. Era la primera designación y como que me sentía a prueba. Fue en categoría N-16, (Universidad-Chancay) entonces era rara para los chicos, era rara para mí, sentía que todos estaban atentos a lo que yo hacía. Pero después me fui sintiendo muy cómoda, los chicos fueron muy respetuosos y me gustó muchísimo.
-En realidad yo me río de las cosas que dicen, pero por ahí sí, con algunos entrenadores me ha pasado que tuve que parar el partido, acercarme y decirle que se mantengan callados. Al final del partido después te piden disculpas, "fue un momento de partido" te dicen. Por lo menos hasta el momento no he tenido ninguna situación incómoda que me haga replantear para no seguir.
-Es una felicidad muy grande. Estoy proyectada para ser integrante del plantel femenino de árbitros de la UAR (Unión Argentina de Rugby) y eso no es presión es incentivarte para hacer las cosas mejor. El fin de semana que viene dirijo el Seven Femenino de Rafaela. Creo que esa será una prueba de fuego. Ojalá me vaya bien, me gustaría estar más arriba todavía.
-No se basa en que sean hombres o mujeres, se basa en el juego. O así lo tomo yo. Las mujeres juegan Seven y los hombres el juego clásico (de 15 jugadores) entonces por ahí es más complicado dirigir el de hombres porque son más dentro de la cancha, el juego es más trabado, hay más situaciones de contacto, entonces tenés que estar más atenta. Cada disciplina tiene su encanto.
-Y tu vida cotidiana, ¿cómo es?
-Soy separada. Madre de cuatro hijos. Trabajo en una empresa de herramientas y maquinaria industrial y además trabajo en el gimnasio y como entrenadora en el Jockey Club. Es tranquila mi vida. Me doy tiempo para todo.
-Lo mejor equipo que tengo son mis hijos. Cada uno cumple su función, nos distribuimos los tiempos, nos organizamos. A ellos les tengo que agradecer enormemente porque me tienen una paciencia enorme. Me van a ver, me llevan el bolso, me pasan la botellita de agua y después de los partidos me dicen: "mami ese que está allá te estuvo insultando", son tremendos.
-El rugby es lo que más me pegó. Antes jugué a fútbol, hándbol, padel, hice natación, muchos deportes. Después me puse de novia con un rugbier, a los 15 años, y de ahí nunca me separé de este deporte. Nos fuimos a vivir a Estados Unidos y se me dio la chance de jugar, eso fue lo máximo.
-Sí, juego en el Jockey, pero creo que debería dejar de jugar si sigo así con el arbitraje. Tengo 38 años ya, no debería jugar más, por eso le apunto al arbitraje, se que con eso puedo llegar más lejos.

