¡Qué contraste! Al fin y al cabo son la muestra del ADN que cada uno tiene en su cuerpo. Uno, ya de 57 abriles, con una rodilla destruida, pero con las ganas y el entusiasmo de toda la vida cuando tiene una camiseta celeste y blanca bien cerca. La ambición por ser él quien guíe a su país, sea dónde sea y en el rol que tenga, en el caso de ayer como el hincha "número 1′. El otro, el que debe-debía salvarnos, mirando el suelo por enésima vez. No cantando el Himno Nacional argentino (repudiable actitud compartida por el resto de sus compañeros) por centésima vez. Desapareciendo de la acción en un momento donde en el Titanic llamado Argentina ya sonaban bien fuertes los acordes de los violinistas "presagiando’ el hundimiento final. El primero es Diego Maradona, el segundo ¿hace falta decir que es Lionel Messi?

Argentina es el trasatlántico más grande del mundo del siglo pasado. Se está hundiendo, se está yendo al fondo del mar y todo hace indicar que nada ni nadie será capaz de torcer ese irremediable desenlace. El capitán de este barco ya fuera de control es la Pulga. Sampaoli tiene otro rol, tan protagonista como el zurdo en este auténtico naufragio.

Lionel, en acaso su última chance para ganar un Mundial en su cuarto intento, está más que en deuda. Con Islandia tuvo una versión, como mínimo, demasiado pobre, incluyendo el penal que marró. Y ayer ante Croacia, vio como el 10 que brillaba y era figura era el extraordinario croata Luka Modric. Él sí fue la guía de su Selección. Messi no. Habrá que hacer un análisis psicológico de su falta de liderazgo y el error de los entrenadores que pasaron por la Selección en darle un rol que no quiere ni es capaz de asumir. Le pesa toneladas ser el "protagonista’ principal de la película, más si en ese largometraje hay que sufrir para luego gozar. Eso le gustaba a Maradona. Por eso las diferencias. Por eso ayer el Pelusa se debe haber ido del estadio aún más destruido que el propio Lionel.