Dirigió diez mundiales, de los cuales ganó tres y resultó subcampeón en dos. Comandó la selección Argentina que ganó los Juegos Olímpicos en Barcelona 1992. De la decena de torneos ecuménicos que condujo, un par fueron en San Juan y en ambos no pudo quedarse con el título, sin dudas la gran cuenta pendiente de su trayectoria como técnico. De hecho, la eliminación en 1989 ante Chile, reveló que fue el golpe más duro en sus años dentro del hockey sobre patines. Así sería un mini resumen de Miguel Gómez al comando de la selección de hockey nacional.
-Ya no dirige la Selección, pero ¿de qué manera Miguel Gómez espera este Mundial?
-Lo espero con ansiedad, con nervios. Queriendo descubrir la mayor cantidad de información de los seleccionados que van a venir, ya sea por internet o con gente que uno tiene en Europa.
-¿Cómo observó la preparación de la Selección argentina?
-Noté un proceso normal de preparación para un Mundial. Con rivales en los amistosos que se juegan la vida y una selección que comenzó las prácticas con mucha dureza por los trabajos físicos y que después se fue soltando. En conjunto, últimamente, ya los vi hilvanar cosas muy buenas. Me hace recordar a los procesos que encabecé y que terminar en logros importantes, que al principio costaba y después todo salía bien.
-¿Cuánto influye ser locales en un Mundial?
-Es muy importante, tenés todo. Pero también hay que tener la mentalidad para absorber las presiones. Más en Argentina, pues acá los jugadores vienen de Europa y tienen que mezclar en el tiempo que están acá el Mundial y su familia.
-¿Es más difícil ser local en un Mundial?
-Desde mi experiencia, digo que sí. Hay una razón clara y es que cuando el Mundial es afuera, una vez que tomaste el avión, nos hacemos todos uno. Falte lo que falte, se pone el pecho y listo. Para los sanjuaninos jugar ante nuestra gente se convierte en una obligación ser campeones. Pasa que somos exitistas y entonces no aceptamos otra cosa. Pero no hay que olvidarse que existen potencias como Portugal o España e Italia que pueden venir y ganarnos.
-¿Cómo lo ve a José Martinazzo?
-José es un hombre puro, lo que sabe y lo que dice es lo que siente y cree que es. Es un técnico que se va formando junto al equipo, porque no tiene experiencias en dirigir mundiales. Es un hombre abierto, que escucha lo que le podés decir. Es un motivador de grupo 100%. Y a la hora de dirigir es cómo cuando jugaba, a él le gusta el equipo que vaya para adelante, que juegue, que sea frontal. Sus condiciones naturales son esas y así las plasma en lo que pretende de su selección. Es un gran tipo, lo aprecio mucho.
-De los mundiales en San Juan, ¿qué recuerdos se le vienen a la mente?
-En los dos tuve acontecimientos fortuitos o del destino. En el primero (1989) donde para mí fue la mejor preparación de un seleccionado que yo dirigí de todos los tiempos: trajimos al motivador que tuvo Bilardo, estábamos en un lugar concentrados espectacular, les ganamos el primer partido a España, estábamos increíble. El destino, en una decisión técnica que no captó un solo jugador, falló. Porque el destino se marca en que alguien no escuchó o que falló y así nos pasó esa vez ante Chile.
Era la primera y única vez que nos ganó Chile. Lloraba todo San Juan.
-¿Y en el 2001?
-El equipo venía muy bien, cumplimos el objetivo de llegar a la final. El destino me dijo también que no, pues en un salto de festejo de Juan Oviedo se rompe los meniscos y quedamos afuera. En el ámbito mundial, Juan era uno de los mejores atajadores de penales del mundo. Son dos casos fortuitos que no marcaban lo que era Argentina en esos torneos.
-¿Cuál le dolió más?
-El de 1989. No lo digerí nunca. Estuve dos años observando y leyendo, viendo ese famoso video, buscando el porqué de lo que pasó. Teníamos un gran equipo, quería ganar ese partido jugando al hockey. Y si uno ve cómo fue ese paso a paso, llega a la conclusión que es el destino. Fue una enseñanza que aprendí, no sin antes tener un dolor y costo altísimo.

