De las disciplinas extremas que se practican en el dique Cuesta del Viento, hay una que precisamente no necesita viento y que pide pista a gritos. Se trata del wakeboard y el lugar tiene la única escuela de San Juan que enseña a practicarlo y que lentamente va ganando espacio entre los turistas. DIARIO DE CUYO tomó clases y se adentró al lago iglesiano, el único lugar de la provincia en el que puede realizarse la actividad.

El enemigo del wakeboard en Iglesia es, paradójicamente, el viento. Por eso, las clases comienzan desde las 9, cuando hay calma ambiental y el espejo de agua está plano. Tras los controles de Náutica, especialmente con el uso de salvavidas, una de las dos lanchas que tiene la escuelita del wakeboard empieza a navegar. Entre ronda de mates, los instructores dan las charlas teóricas, ofrecen consejos y ahí, sobre la lancha, empieza la distribución de los trajes de neoprene, para luego lanzarse al agua. Con ayuda de otro de los instructores, a los aprendices les colocan la tabla mientras flotan y repasan los últimos conceptos, antes de empezar la práctica.

Pero entonces aparece la primera dificultad: lograr pararse en la tabla. Aunque desde afuera parece simple de hacer, realmente es un gran desafío para los inexpertos. La coordinación de movimientos aparece demasiada compleja, el tirón de la lancha exige mucha fuerza y los primeros golpazos, con unos tragos de agua a la fuerza, no tardan en llegar.

Cada problema lo registra el instructor que vigila al alumno, quien avisa al conductor de la lancha. Y éste inicia una de las tantas vueltas hacia los caídos. Los intentos se repiten tratando de no cometer los errores advertidos: que la flexión de brazos, que la posición de la columna, que el canto de la tabla no debe hundirse. Así, hasta que después de varias pruebas, palabras de aliento y otros golpazos que a esa altura son laceraciones al orgullo, los aprendices logran dominar el empuje de la lancha, incorporarse, girar los pies tal como enseñaron los instructores y comenzar el esperado deslizamiento por el agua. A diferencia de otras disciplinas que se aprenden en Cuesta del Viento (windsurf o kitesurf, entre otras), el wakeboard se puede disfrutar apenas el individuo se para sobre la tabla. Un suave movimiento del talón hace girar la tabla, apretar con la punta del pie lleva para otro lado y el tiempo parece detenerse ante la inyección de adrenalina. Los alumnos son remolcados por la lancha a más 40 km/h y aunque una vez que tienen confianza se animan a cruzar la estela, el desconocimiento suele cobrarse las porfías. Pero caerse ya es parte de la diversión y los cuerpos, en pleno disfrute a esa altura, sólo piden que la lancha regrese pronto.