Naturalmente las personas necesitamos marcar ciclos temporales en la vida. Por eso es normal que se repitan los rituales de festejos celebrando que un año más termina y que el comienzo de uno nuevo sirva para renovar la esperanza. La idea de volver a empezar, de volver a creer que algo mejor vendrá puede convertirse en un suceso trivial pero también puede ser aprovechado para una revisión honesta sobre cómo vamos transitando nuestro tiempo vital. 

Surge así el deseo… qué deseamos para el año que comienza, qué deseamos para nuestro porvenir. El deseo es el motor que nos mueve y nos impele a conectarnos con la vida. Es el motor de nuestro ser. Pero, paradójicamente, éste siempre surge de aquello que falta. Lo que no está, lo que quizás nunca podamos conseguir, por ejemplo: deseo estudiar, formar una pareja, una familia, tener hijos, viajar, hacer un postgrado, comprar otro auto, superar una enfermedad, todos estos deseos me mueven a levantarme cada día para conseguirlos y con ellos conseguir aquello que me falta.

En la actualidad parece estar vetado no poder conseguir aquello que soñamos. Frases como: "si deseas algo con todo el corazón se cumplirá’, "lo atraerás’, "tenés que decretarlo y vendrá a ti’! Este engañoso velo, instaura una falsa mirada de positivismo. De pensamiento mágico. No se puede ser "positivo’ todo el tiempo. Esto sume a la persona en cierta culpabilidad, si no se cumplen tus deseos, puede que no los hayas deseado con suficiente fuerza… o puede que no lo merezcas por lo cual el universo no te lo concede. Y, por otro lado, deja al sujeto en una constante espera casi pasiva de que algo pasará o alguien vendrá a darme lo que estoy buscando. Entonces mi deseo depende de otro.

También podemos caer en la falacia de pensar aquello tan trivializado de que las personas vienen a tu vida a enseñarte algo. Tampoco es verdad. ¿Cómo pensar entonces aquellos vínculos donde nos engañan, nos lastiman, nos dejan vacíos? ¡Cuando eso sucede, el otro no viene a enseñarnos! Nos lastima y punto. Sino podríamos pensar que tenemos que agradecerle que nos haya hecho sufrir para mejorar yo, eso no es lógico. Una vez más debo ser honesto y hacerme cargo de por qué yo gestioné un vínculo que terminó mal de acuerdo a mis expectativas. ¿Qué es lo que no pude ver? ¿Qué buscaba o qué esperaba yo que cambiara? ¿Por qué no me pude salir a tiempo? 

La verdadera brújula que nos permite crecer y generar nuevos deseos que nos alimenten para seguir, es la honestidad con nosotros mismos. Entender cuál es la verdad donde centramos nuestra vida y cómo gestionamos el amor. Qué es lo que buscamos para ser felices. Ahí es donde, muchas veces, entendemos que hay cosas que jamás alcanzaremos, que nunca podremos conseguir, esa honestidad nos da acceso a la falta, aquello que no estará nunca. Si la aceptamos, podremos dejar de ir tras quimeras, ilusiones vanas y deseos que nunca se concretarán, es doloroso, pero al mismo tiempo liberador, porque nos permite buscar en aquello que sí tenemos la posibilidad de ser felices. No es conformarse, es liberarse de la esclavitud de ser eternos desecantes de cosas que jamás llegarán y que, por otra parte, nos distraen de la vida real, cotidiana.

Si este año sufrí un desamor, no pude terminar mis estudios, no alcancé el ascenso en el trabajo, no pude mejorar económicamente, la mirada positiva no es pensar que quizás el año que viene pueda. Porque ahí no acepto lo que falta y convierto el deseo en ilusión. Y de hecho es posible que siga haciendo cosas en vano por aquello que nunca va a cambiar. Mientras la vida transcurre. La mirada honesta es pensar que yo puedo amar profundamente a alguien y si el vínculo es inviable, aceptarlo, aceptar esa imposibilidad es liberarse y dar paso al deseo de buscar un nuevo amor, no seguir insistiendo sobre lo imposible con la esperanza de que algo cambie. Pedirle o exigirle al otro aquello que jamás podrá darme. Duele, pero me permite, por un lado, preguntarme, ¿qué me pasó a mí que quedé entrampado en un amor inviable?, ¿cómo es mi gestión del amor? ¿Será que siempre repito en mi historia amores fallidos? Y por otro, darme oportunidad de un nuevo deseo. Que sería imposible si sigo estancado en lo que no será.

Aceptar que no puedo cumplir con el deseo del otro siempre. Los seres humanos no somos espejos que reflejamos al otro, no podemos funcionar así, como contorsionistas al lado del otro, que vamos plegando nuestro deseo a expensas del de los demás para que nos quieran y acepten. Es necesario entender que alguna vez defraudaré la expectativa del otro, que alguna vez no podré amar, estar, consolar, cuidar, sostener. Porque no puedo, no me sale, no sé. Y, ese reconocimiento honesto de mi propia falta, de lo que no tengo para dar, permite que yo pueda ser más responsable afectivamente y no comprometerme ni generar expectativas que no seré capaz de cumplir. 

Finalmente, ser honesto y pensar por qué no alcancé lo que quería. A veces nos proponemos sin querer cosas inalcanzables para poder vivir en la ilusión de que ya llegará. ¡Eso nos distrae de la vida! ¿Si no consigo algo será porque no hice una planificación honesta del proyecto que representaba ese deseo? ¿Será porque intenté proponer ideas en un ambiente donde nunca seré escuchado? ¿Será que no me gusta estudiar, pero lo sigo intentando "para ser alguien en la vida’, para no defraudar a otros, por no sentirme menos? 

Si tuve un trauma doloroso en mi niñez o en algún momento de mi vida, debo trabajarlo para aceptarlo, eso lo repara, no negarlo, no ocultarlo con nuevos deseos. Es muy difícil y penoso aceptar que mi vida no fue como la de los otros, que pasó eso terrible que me marcó y me hizo daño, es muy difícil "ser positivo’ cuando duele el alma, pero si honestamente puedo aceptar ese dolor y que no tendré la misma vida que otros, puedo abrir la puerta a tomar la decisión de, a pesar de eso, hacerme cargo de mi vida. Puedo, llevarlo como una eterna queja, una herida abierta o convertirlo en una cicatriz, que cada tanto veré y me recordará lo ocurrido, pero que no me impedirá volver a buscar la felicidad.

Todos tenemos un discurso, una historia, un relato acerca de nuestra propia vida y se puede construir con las palabras que nos prestan los otros… "tenés que ser exitoso’, "tenés que poder con esto’, "tenés que querer…’, "tenés que ayudar…’ y así nos la pasamos hablando de nuestros éxitos económicos, quejándonos de enfermedades, penando nuestros fracasos amorosos. La mirada honesta de nuestro discurso es la herramienta oportuna para saber, cuál es nuestra falta, de qué carecemos. Si aceptamos eso, no es ser negativo, derrotista, amargado, no es rendirse. ¡no puedo ni quiero ser exitoso! ¡Eso me pesa!, ¡No quiero hacerme cargo de esta relación!, ¡No puedo sostener esta profesión!, es simplemente ser honesto, y darnos la oportunidad de construir una vida sobre deseos genuinos, alcanzables que nos lleven a hacernos cargo de nuestra realidad, la más íntima, la más genuina, la que no acepta positivismos, simplemente, es. Y es única, irrepetible y maravillosa, como es cada ser humano. Verdaderamente humano.

 

Por: Mg. Lic. Héctor Daniel Castro Furnari – MP 613