A Valeria Herrera se le escapaban las lágrimas de felicidad y a su esposo, Gerardo Páez, no le cabía la sonrisa en la cara. Es que la casa del IPV que ahora tienen representa un giro de 180 grados en sus vidas y la familia lo disfrutó a full (foto). El matrimonio ya no sufrirá los problemas de su viejo rancho en la Villa Santa Rita. Valeria contó que cuando llovía, el agua se les metía en la precaria vivienda y que tenían las paredes “a punto de caerse”. Además, resaltó que como no tenían baño, a sus 4 hijos debía asearlos fuera de la casa, por lo que constantemente se resfriaban. Por otro lado, aseguró que todos vivían en 2 habitaciones y que sus chicos dormían en lo que era el comedor. Por eso, ante el cambio, la alegría era inmensa.