Los termos con café caliente y el mate que pasaba de mano en mano fueron un clásico en la madrugada de ayer en la Catedral de San Juan. De esta forma, las más de 1.000 personas que presenciaron el inicio del pontificado de Jorge Bergoglio, combatieron el sueño y el frío, que pasaron desapercibidos ante tanta emoción.

Sentados en el suelo, al pie del altar o a los costados de los bancos de madera, los jóvenes fueron los que se animaron al picnic de madrugada. Mientras que las personas mayores también entraron a la Catedral con las canastas repletas de provisiones, pero disfrutaron de los mates desde los bancos. Hubo gente que, además de las provisiones gastronómicas, llevó sillas, banquitos y hasta reposeras para ver cómoda la ceremonia.

El acto, que logró que hasta los que no son fieles seguidores de la religión católica llegaran a la Catedral, fue una demostración de gestos de unión. Hubo gente que repartió mate cocido y sopaipillas, otros entregaron banderitas y todos se saludaron como si fueran conocidos de toda la vida. Mientras los pedacitos de bizcochuelo o las bolsas de galletas siguieron la ronda del mate, todos los que estuvieron dentro y fuera de la Catedral no perdieron de vista ni un instante las pantallas que transmitieron en vivo la asunción de Francisco. Así fue que las lágrimas, las sonrisas y los flashes de las cámaras de fotos fueron parte de la emotiva misa que fue seguida como si el Papa estuviera en el altar de la iglesia sanjuanina. Y a pesar de que la colocación del anillo del pescador y los demás atributos fueron de los puntos de mayor emoción, los aplausos hicieron que se pusieran los pelos de punta cuando el Papa pasó por la tumba de San Pedro. Ahí fue cuando la gente explotó de alegría y las banderas celestes, blancas y amarillas flamearon.