Encendieron la vela, se sentaron en el piso húmedo y rezaron un padrenuestro. Entonces, el tiempo retrocedió. Los dos veteranos se pusieron el pedazo de carpa verde en los hombros para emular el pasado. Y ni bien terminaron la oración, dejaron un rosario en el refugio y recorrieron el lugar con la mirada. Así fue que rindieron homenaje a los soldados que murieron en el monte Tumbledon hace 34 años. Para llegar, hubo que hacer una larga caminata para subir y atravesar la densa niebla malvinense.

“Estuve en este lugar 45 días. Nos turnábamos para dormir, para cocinar. Teníamos temor a descansar; el refugio se transformó en un paraíso que nos permitía calentarnos y comer cuando dejábamos nuestras posiciones”, contó José Rivero, uno de los veteranos que estuvo en el Tumbledon. El otro fue Jorge Corvalán. Leandro Caballero sólo estuvo los primeros días de abril en las Islas, pero igual decidió acompañar a sus compañeros, que quisieron pisar nuevamente el campo de batalla. Fue él el encargado de encender la vela, mientras que Rivero lo acompañó en la oración. Otros tantos excombatientes de la delegación que está en Malvinas desde el 1 de abril se sumaron al recorrido.

El contingente forma parte de un viaje histórico que organizó el Gobierno de la provincia y del que participa DIARIO DE CUYO. Pero este escape al pasado no empezó con el contingente rumbo al Tumbledon. Rivero salió dos horas antes que el grupo, caminó entre la niebla, primero bordeando la costa, luego penetrando la turba y tratando de distinguir algún punto en el horizonte cubierto de niebla.

‘Necesitaba reconocer el lugar, identificar los sitios en los que estuve, y rendir un homenaje a los soldados que quedaron aquí‘, aseguró. A pesar de haber pasado 34 años, la memoria sigue intacta. Llegó al monte y sin dudar dio con el refugio. Se trata de una especie de cueva entre las piedras, en la que todavía se puede ver pedazos de chapa que en 1982 usaban para poner en el suelo para evitar que pasara la humedad. También en ese lugar hay carpas y restos de lo que fueron las raciones de los soldados.

El grupo de veteranos se plegó a Rivero dos horas más tarde. Tras los relatos, todos se tomaron fotos en el lugar. Y hasta llegaron a la Sección de Tiros. Según relató el hombre, que tenía 23 años cuando se produjo la guerra, las posiciones de combate estaban unos 200 metros más adelante del refugio en el que estuvieron ahora.

También se pudo observar el corredor aéreo. Para sorpresa de los veteranos, mientras las historian surgían, un avión que hacía un vuelo rasante pasó por el lugar. Fue inevitable retrotraerse al pasado.

‘Cada vez que escuchábamos un bombardeo, cerrábamos los ojos esperando que no impactara sobre nosotros. Así nos quedábamos dormidos. Al otro día nos despertábamos y nos tocábamos el pecho para ver si seguíamos vivos‘, dijo Corvalán, que pasó cerca de 70 días en los montes Tumbledon y Dos Hermanas.

Las caminatas a los campos de batalla no son para todo el mundo. El buen estado físico es indispensable. Hay que estar dispuesto a caminar al menos 3 horas, ascendiendo montes. Pero lo más pesado no es la subida. Todo el terreno malvinense está cubierto de turba, una especie de colchón negro cubierto de un pasto de hebras larguísimas. Las zapatillas se hunden en el terreno esponjoso y cuesta avanzar.

A esto se suma la humedad constante en los pies. Y, como en Malvinas sale el Sol, llueve, nieva y corre viento, todo en el lapso de pocos minutos, la indumentaria que hay que usar también es una complicación.

En esta última exploración se sumó la densa niebla. Es la primera vez desde que el contingente llegó a Malvinas que la vista se volvió dificultosa por el manto blanco. Cuando observaron esa postal, a los veteranos se les vino a la cabeza la Marcha de Malvinas, y la cantaron entre los montes, luego de haber desplegado una bandera argentina dentro del refugio que sirvió para mantener vivos a los soldados, hace 34 años.