"¡Eh, es una torta en serio!", bromeó José Luis Gioja en cuanto hundió el cuchillo que sostenía mano a mano con el intendente Marcelo Lima. Acababan de cantar el Feliz Cumpleaños a Sarmiento, diez niños elegidos al azar habían apagado las 20 velas (una por década desde que nació el prócer), casi 1.000 personas empujaban para llevarse una porción o al menos una foto de la torta de 5 metros de largo, los mozos ya empezaban a repartir los vasos con champán y con gaseosa, hasta que sucedió lo que todos vaticinaban muy a su pesar: a las 22.30 se descargó una lluvia potente, gruesa, un aguacero con personalidad. Y aunque la torta gigante (creación de la repostera Maureen Dorgan, por encargo de la Municipalidad de la Capital) empezaba a ceder parte de su solidez blanca ante el aguacero, el ánimo festivo en el cierre del Bicentenario Sarmientino estaba tan encendido que muchos prefirieron quedarse y probarla, aún pasados por agua.
El festejo había empezado poco después de las 21, con la actuación de la Camerata San Juan, el solista Oscar Figueroa (que entonó el Himno a Sarmiento) y los Hermanos de la Torre, todos en un escenario montado en la esquina de la Peatonal Maestro de América y Libertador. Pero en el extremo Sur de la misma peatonal, el público empezaba a arremolinarse en torno a la torta, que a esa altura ya tenía un cordón humano de voluntarias municipales protegiéndola.
Cuando terminó la velada musical, vino por fin el corte de la torta, que ya era la estrella indiscutible de la noche en ese rincón frente a la Casa Natal. Y ni bien cantaron dos veces el Feliz Cumpleaños, se cortó la luz. La gente, enfervorecida, lo interpretó como un gesto intencional, y arremetió con un bis del canto. Pero en realidad había sido una señal de lo inexorable: en cuestión de segundos, al apagón le siguió la tormenta, y el desbande de algunos frente a la resistencia golosa de la mayoría.