El ocio, tiempo libre o tiempo no utilizado para el trabajo también es de vital importancia para el ser humano. La recreación, el descanso y el solaz tienen su origen en la misma creación del ser humano.
Desde el punto de vista histórico, el ocio se ha asociado con el estilo de vida de la aristocracia, mientras que el resto de la población no podía disfrutar de el porque tenía que trabajar para subsistir. De hecho, y según el protestantismo, el objeto de la vida es glorificar a Dios por medio del trabajo. Paradójicamente, el crecimiento económico se ha explicado en parte como resultado de una mayor aceptación del protestantismo, y hoy es justamente en estos países donde la gente dispone de más tiempo libre para el ocio al ser más ricos y tener mayores ingresos.
En la realidad social, sin embargo, oportunidades de ocio y recreación han pasado a formar parte de la vida en todas las sociedades. Han variado de acuerdo con las condiciones climáticas y la naturaleza circundante; y, han ido progresando a medida que se han producido mejoras tecnológicas y se ha logrado un mayor control sobre el medio ambiente.
El estudio de estas diferencias, tanto en el seno de las sociedades como en las relaciones de unas con otras, ha dado lugar a una extensa bibliografía. El ocio, según parece, no es una pérdida de tiempo sino una actividad recreativa. De igual manera, el trabajo ya no se define tan sólo como una actividad, sino como una modificación del mundo físico y mental a través de un esfuerzo, y sólo se considera como trabajo si no constituye un motivo de recreación para la persona. En última instancia, la diferencia entre trabajo y ocio radica en el significado que demos al concepto de recreación.
La pérdida de tiempo, tal y como Marx y De Tocqueville señalaron desde puntos de vista muy diferentes, es típicamente un fenómeno colectivo que surge como consecuencia de fallos del mercado.
Ciclos de prosperidad y recesión, o fluctuaciones de la actividad económica de 20 años o más, pueden hundir o fomentar la prosperidad de una comunidad. La productividad está ligada a la especialización en la división del trabajo, pero, de igual manera, expone a la zona o región especializada a las vicisitudes de las fluctuaciones en la oferta y la demanda. Así, por ejemplo, Europa parece estar padeciendo una alta tasa de desempleo al final del siglo XX, debido no sólo a estos factores, sino también al desajuste entre las demandas del mercado de trabajo y las aptitudes de los trabajadores. Como resultado, se produce una desocupación forzosa allí donde la meta de la innovación para reducir las necesidades de trabajo ha sido ofrecer más ocio.
Ha habido también una reestructuración generalizada de la división del trabajo en las sociedades industriales avanzadas. Las mujeres han entrado en el mercado de trabajo de forma masiva, empleadas tanto a tiempo parcial como a tiempo completo. Hace 50 años, las mujeres con niños pequeños estaban virtualmente confinadas en la economía doméstica. Hoy la mayoría de las mujeres trabaja fuera de casa y, por lo tanto, su tiempo para el ocio ha disminuido. De igual manera, los niños emplean más tiempo en el proceso educativo, permanecen en él hasta una edad más avanzada, juegan menos y se emplean en un trabajo remunerado con menor frecuencia.
De cualquier manera, la tendencia actual apuesta por menos trabajo y más ocio o tiempo libre. Las horas de trabajo: diarias, semanales, anuales, así como vitales se han visto paulatinamente reducidas, en especial para los hombres y, en particular, para los menos cualificados. Como consecuencia, surgen programas de construcción de estadios, complejos deportivos y centros de ocio. Esto se ha convertido en una industria gigantesca que, paradójicamente, ocupa a un número creciente de personal laboral. La televisión se acerca a niveles de saturación y el turismo o los viajes se han generalizado.
El "’tiempo libre” es una expresión con que se suele designar el tiempo en que la persona emplea en actividades generalmente destinadas al reposo físico o intelectual; a la cultura y a la satisfacción de aficiones particulares que tienen por único fin, el procurar placer a quien las cultiva. El hombre, activo por naturaleza, siempre ha buscado actividades que cubran sus ratos libres, en lugar de transcurrir en el mero ocio.
