Dilma Rousseff comenzó ayer su mandato con una serie de señales amistosas al mercado, como un nuevo compromiso de recortes presupuestarios y un reporte que indicó que recurrirá al sector privado para resolver el urgente problema de infraestructura.

Rousseff no perdió tiempo en abordar varios de los temas que podrían amenazar la notable bonanza económica de Brasil, incluyendo una reciente alza del gasto gubernamental que ha alimentado una suba de la inflación que podría ser peligrosa.

La ministra de Planificación, Presupuesto y Gestión, Miriam Belchior, prometió que la presidenta “escuchará cuidadosamente las preocupaciones del mercado” sobre gasto y entonces “tomará toda medida que consideremos apropiada”. Agregó que el tamaño exacto de los recortes presupuestarios se decidirán este mes, pero medios brasileños publicaron ayer que el total ascendería a 25.000 millones de reales (15.000 millones de dólares), poco más que lo esperado por los inversores.

Rousseff podría tener dificultades para equilibrar los planes de austeridad con sus grandes metas, como acabar con la pobreza y mejorar la infraestructura antes del Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos 2016.