Emanuel Saldaño, campeón argentino en 2011, culminó ayer en la posición 15, dentro del pelotón de 20 hombres que disputó la parte decisiva de la carrera y con la sinceridad que lo caracteriza confió que dieron todo pero llegaron fundidos. "Fue muy difícil porque fue de palo y palo siempre, los piques no cesaron durante toda la carrera y eso lo sentimos porque cada vez que había una escapada éramos nosotros los que salíamos a corretearla. Entre ellos no se corrían, nosotros hicimos el gasto y al final lo sentimos", explicó.
Cuando se lo consultó sobre si la táctica era que los rodadores asumieran el rol de la persecución para que él o Emiliano Fernández pudieran intentar ganar embalando, afirmó que esa era una posibilidad. "Como todos los sprinter se habían quedado la idea era esa pero se produjo esa fuga de los dos hombres (Lopardo y Menivillo) que modificó las cosas", afirmó.
"No hubo descanso"
Sobre la dureza del circuito, El Chino dijo que era duro pero que lo más complicado fue el ritmo de carrera. "El trazado es duro, complicado, con un ascenso prolongado y la subida a la cuesta, pero lo que realmente lo hizo duro fue la velocidad con la que se corrió. Prácticamente no hubo descanso".
Su rostro denotaba el esfuerzo realizado. Pidió agua, le pasaron una bebida cola, solamente se mojó los labios y luego, de recibir el saludo de sus familiares y el beso de su mujer y su hijo mayor, aprovechó para pedirles una botella de agua mineral con la que intentó enfriar la bronca que tenía porque las cosas no salieron como pensaban. Al fin de cuentas es un ganador y aunque intente disimularlo, la procesión iba por dentro.