Desde 1908, el 15 de junio está instituido en nuestro país como el Día del Libro. Al haberse celebrado en la antevíspera esta fecha deseo hacer una reflexión sobre este instrumento de cultura, que en el decir de Domingo Faustino Sarmiento, es el pilar de la libertad de los pueblos.
El libro con páginas, no solamente sobre papel, se remonta a más de 2.000 años, y el libro impreso a más de 500 años, y aún, a pesar del tiempo transcurrido se conservan ejemplares que dan testimonio del pensamiento y del hacer del hombre de todas las épocas. Ante esta realidad irrefutable, sería bueno plantearnos si el libro electrónico nos podrá garantizar la misma perdurabilidad.
En un primer momento la humanidad conservó los rastros de su experiencia por tradición oral. Posteriormente la aparición de la escritura, permitió una transmisión más certera y duradera de la memoria del hombre, amplificada y propagada por la invención de la imprenta, que permitió recuperar continuamente la información precedente. En el siglo XX el cine y la televisión proponen una situación anterior a la de la imprenta, una situación en la que la imagen y lo oral se confunden y se respaldan. Y por fin la computadora, hacia el fin del siglo, da vuelta otra vez todo constituyendo una civilización no sólo alfabética sino que también presenta una nueva forma de leer. Y esta es la verdadera revolución a la que se enfrenta el libro, el planteo no solo pasa por el hecho de pasar de un libro tradicional a uno electrónico, sino por una nueva organización del conocimiento. El llamado hipertexto permite pasar velozmente de la lectura de un texto, a ver un video, a una noticia, a ver fotografías, a escuchar una melodía, y así sucesivamente, y además de posibilitar agregar comentarios o información que se considere pertinente. Constituye una nueva manera de desplazarse por el campo del saber. Si el libro electrónico no fuera más que un nuevo soporte destinado a reemplazar el papel no se trataría de una revolución. Pero el hipertexto, no es una simple y nueva herramienta de almacenamiento, sino que cambia la relación del usuario con el conocimiento y una nueva manera de leer.
No se pueden negar las ventajas de los libros electrónicos, especialmente los de referencia para las búsquedas de información, la velocidad de respuesta es imposible de igualar por la tecnología del papel; otro rubro en el que el libro electrónico ha demostrado su superioridad es en los llamados libros de viajes, de descripción geográfica e histórica, donde la calidad de las descripciones, acompañadas de excelentes videos son insuperables.
Pero, a pesar de estas ventajas, no en pocas oportunidades se cuestiona si la velocidad y la cantidad van en detrimento de la calidad, se plantea que hay de malo o de anacrónico en entregarse al fluir lineal del pensamiento creador de un autor, de sus propias decisiones artísticas y narrativas páginas tras página, si todas esas cesiones del texto electrónico, conexiones, botones, redes, link, mapas, a veces no resultan más importantes que el texto mismo, si emplear tanto tiempo en los procedimientos impide apreciar el estilo, la voz, la elocuencia, el personaje, la historia.
También preocupa la perdurabilidad del saber colectivo, los diferentes soportes electrónicos usados para su almacenamiento y conservación, como las máquinas que permiten acceder a ellos, son constantemente reemplazados por otros tecnológicamente superiores, como ha pasado con las tarjetas perforadas, los casetes, los disquetes en sus diferentes versiones, los videos, por sólo mencionar algunos, y actualmente los CD tienden a ser reemplazados por las tarjetas de memoria. Estos soportes no sólo se deterioran con mucha facilidad, sino que desaparecen del mercado al igual que el equipamiento que posibilita su uso.
Ante este panorama que por momentos se torna incierto, hay dos puntos claros, uno es que el libro, en soporte papel, hasta el momento no ha sido superado como vehículo de conservación y transmisión de la cultura de la humanidad, y otro que en la actualidad, más que nunca, es imprescindible desarrollar capacidades de lectura comprensiva y crítica, que permita asimilar, discernir y aprovechar el cúmulo de información que hay disponible gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, y no ser aturdidos y avasallados por ella.
(*) Bibliotecaria