Cuando Norma Muñoz vio el borceguí, aún con los cordones anudados y con restos de media y del pie, se quebró por enésima vez. La imagen, inconfundible, no le dejaba dudas: por la forma y otras marcas, reconoció enseguida que era una de las botas que por tres años lustró para que su hijo Rodrigo Muñoz (26) las llevara presentables a su trabajo en la obra del dique Caracoles. Ahí le habían dado esas botas y con ellas trabajó casi un mes para empresa "Federico Hnos." en la obra cloacal de Santa Lucía, hasta que el 19 de marzo pasado se metió a una boca de registro para arreglar una conexión y, a causa de los gases tóxicos, lo arrastró la corriente dentro de la cañería. Igual que a un compañero que quiso salvarlo y fue rescatado de milagro.
"Más de una vez lustré esas botas, es la bota de mi hijo, la conozco muy bien… lo que más bronca me da es que siempre dije que estaba en esa parte de la cañería (dentro de la planta) y nunca cortaron todo el líquido para buscarlo ahí, seguro que está ahí", decía ayer entre lágrimas la mujer. A su lado, el llanto también embargaba a Erica Olmos, mujer y madre de un hijo de Rodrigo, para quien tampoco hay dudas de que la bota y los restos de su interior son de su pareja.
De todos modos, la juez Mónica Lucero (Tercer Juzgado en lo Correccional) ordenará un estudio de ADN, dijo ayer Norma Muñoz. La magistrada asistió en persona a la planta del Bajo Segura para dirigir las medidas de prueba de rigor previas al levantamiento de los restos.
Todo pasó 52 días después de la desaparición de Rodrigo, quien cayó en la tubería de Roque Sáenz Peña, al Oeste de Colón, en Santa Lucía. El hallazgo ocurrió a las 12,10 de ayer en la única parrilla que hay en los 5 kilómetros de tubería cloacal. Esa parrilla está ubicada a la salida del tramo más ancho de la cañería cloacal (unos 170 metros de 1,60 metros de diámetro) dentro de la planta de tratamiento.
Fue un grupo de Bomberos dirigidos por el comisario Rogelio Alcayaga los que se toparon con el calzado y restos humanos en otro día más de una búsqueda que nunca se suspendió, y que todos los días se repetía con rastrillajes en la planta, en al arroyo Los Tapones y en el río.
Ayer a las 9, una comisión al mando del oficial Daniel Domínguez llegó a la planta y se repartió el trabajo. Domínguez y el agente Ulises Ortega fueron hasta el arroyo para tirar garfios desde la orilla. Mientras, el cabo Raúl Santamaría y los agentes Leonardo Cobarrubia y Ricardo Carrizo probaban con un gancho en la parrilla. Según la policía, fue Cobarrubia quien enganchó la bota y entonces el misterioso caso de Rodrigo Muñoz empezaba a esclarecerse, con pruebas.
"Esto confirma la sospecha de la familia (de que el cuerpo estaba en el tramo de la cañería de 1,60 metros de diámetro), y la línea de investigación que se trazó, teniendo en cuenta los pedidos de prueba de la familia en la causa. Así, se echan por tierra los rumores malintencionados de que Rodrigo se escapó o está en otra parte", dijo ayer Maximiliano Blejman, abogado de la familia de la víctima.
Después del hallazgo, los bomberos siguieron buscando en la parrilla pero suspendieron la búsqueda cuando cayó la noche, sin encontrar nada más, aunque ayer anticiparon que insistirán en ese lugar con la esperanza de encontrar el resto del cuerpo.