El ministro brasileño de la Presidencia, Antonio Palocci, renunció ayer a su cargo, golpeado por las denuncias en su contra por el crecimiento de su patrimonio, con lo que la presidenta Dilma Rousseff perdió a un hombre clave de la gestión.
La renuncia, sobre la que se especulaba desde hacía unos días, fue oficializada por el gobierno, que hizo público el texto y el nombre de quien reemplazará a Palocci: la senadora Gleisi Hoffmann, también del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y esposa del ministro de Comunicaciones, Paulo Bernardo.
Palocci dejó el cargo, acorralado por una denuncia periodística que dio cuenta de que su patrimonio creció 20 veces entre el 2006 y el 2010, periodo en el que fue diputado federal, aunque mantenía la propiedad de la consultora Projeto.
Además la dimisión se da justo un día después de que el Procurador General, Roberto Gurgel, informara que no había ninguna ilegalidad en el aumento de riqueza del funcionario, y dijera que no abriría un proceso en su contra. Tras esta decisión, la presidenta brasileña, había dado por superada la crisis política.
En una nota oficial consignada por la agencia estatal Brasil y las privadas Ansa y DPA, el Gabinete Civil de la Presidencia informó que el jefe de Gabinete, entregó una carta a Rousseff en la que pidió su salida y sostuvo que la manifestación de Gurgel confirma “la inexistencia de cualquier fundamento, en las sospechas presentadas sobre su conducta”, y advierte que el ex funcionario considera que “la continuidad de la disputa podría perjudicar sus atribuciones en el Gobierno”, por lo que prefirió “solicitar su alejamiento”, aceptado por Rousseff.
El diario Folha de San Pablo, que había hecho la denuncia sobre Palocci, publicó que en el 2010, mientras Palocci fue jefe de la campaña proselitista de Rousseff, su consultora Projeto había logrado ingresos por poco más de 12 millones de dólares. De ese total, la mitad fue obtenida en los 2 últimos meses del año, cuando ya las urnas le habían dado el triunfo a Rousseff.
El viernes pasado, el ahora ex ministro habló por primera vez sobre el tema en una entrevista a la TV Globo y al propio diario Folha, pero argumentó que un acuerdo de confidencialidad le impedía dar detalles sobre los ingresos y sus clientes, aunque remarcó que nunca cometió irregularidades.
Pese a ello, el ex funcionario parecía haber perdido el respaldo de los partidos aliados del gobierno y de parte del propio PT, a lo que se sumó hoy Fuerza Sindical, la segunda central obrera del país, que también reclamaba su salida.
El caso había impulsado la intervención de Lula Da Silva, quien se reunió con Rousseff y actuó como contenedor para algunos sectores disconformes. Mientras que el lunes en la noche, el ex mandatario buscó despegar de la cuestión, a la que consideró “una cuestión personal de Dilma”, en la que él no tenía nada que ver.