El multifacético artista, escritor, músico, actor, conductor de radio y televisión Alejandro Dolina pondrá su cuerpo y alma en la Feria de la Cultura Popular y el Libro de Rawson, que fue inaugurada recientemente. Dolina hará su programa "La Venganza será terrible" en vivo desde el Centro de Convenciones de Rawson (ver aparte), donde se esperan más de 700 espectadores. En diálogo con DIARIO DE CUYO, el "ángel gris" de la radio habló sobre la posibilidad de recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Juan, de sus expectativas sobre la experiencia inminente que tendrá junto al público local, y de los oficios que abraza.

– Se dijo que recibirá el título de Doctor Honoris Causa de la UNSJ. ¿Qué opina?

– No tengo mucha información al respecto sobre cómo será ese acto, pero recibir el Honoris Causa me parece un amable desatino. No tengo una personalidad doctoral, sino más bien de eterno aficionado, de alumno, más que académico. Pero de darse, lo aceptaré a la vez como un gran gesto de cariño.

– Podría decirse que es un académico en la universidad de la calle…

– Creo que sí, aunque lo que se llama la "universidad de la calle" no es algo que me guste mucho. Pienso que en la calle no hay mucho de lo que se pueda aprender y lo que hay, es preferible no saberlo. Creo mucho en la educación y en la academia. Soy un hombre de escolaridad y de educaciones incompletas, no me siento a la altura de merecer algún título.

– Para quiénes no lo conocen todavía, ¿cuál sería su mejor carta de presentación?

– Los libros. Mucho más que la radio y la música o el teatro. Con eso quiero que me conozcan. Si quieren saber quién soy, lo mejor que pueden hacer es leerme, antes que me escuchen. Si me escuchan, encontrarán que soy un tipo simpático y alegre. Pero si me leen, pueden encontrar una tristeza más verdadera.

– Y de esos libros ¿cuál ofrecería primero?

– El último. Siempre es el último. Cuando uno escribe, el último sirve para corregirse a sí mismo. Me da la satisfacción de mirarlo yo y saber si está bien escrito. Hay satisfacciones editoriales también, pero no de la crítica, porque no pertenezco al mundo de los libros. Ahí sí que no soy muy conocido. No tengo amigos ahí en ese ámbito, ni los quiero tener tampoco. No tengo tiempo de hacerme el literato.

– Aunque paradójicamente esté en una feria de libro…

– Sí aunque sea en la feria, pero haré un programa radial, charlando sobre literatura (risas). Como decía Rolan Barthes, escribo para que me quieran. Hago radio para que me quieran. Para ver si se logra a algo que se parezca un milagro. Es la esperanza que persigue todo artista en cualquiera de sus ámbitos. Es la máxima dignidad a la que aspiro.

– ¿Cómo imagina su programa en San Juan?

– Tengo mucha correspondencia con los oyentes sanjuaninos, a pesar de que no vamos mucho. Pero espero que nos reciban bien y estemos a la altura de este evento. Nuestras funciones más venturosas son las que hacemos en las provincias como visitantes, porque captamos esa emoción del que visita, del que se te acerca a tus pagos. De manera que, se produce un sentimiento diferente a lo que pasa todos los días en la ciudad. Hay una intensidad mucho mayor, hay una composición demográfica más sana en las provincias. Resulta ser que hacer estas movidas en ciudades como San Juan son mucho más intensas, más ricas, más puras.

– Cuando saca la radio a otros espacios como una plaza o un teatro y los oyentes lo ven ¿Se rompe la cuarta pared "radial’?

– ¡Pero por supuesto que sí! A mí me parece que lo que hacemos en este caso no es radio. Porque la radio presupone unos códigos y el principal de ellos es la ausencia del escucha. Es decir, si uno está presente, no hay radio que valga. Nosotros hacemos el programa para los tipos que están presentes. Eso ya no es código de radio sino de teatro. No aparece el hombre de la oral deportiva, ni el cronista en cada esquina viendo si llueve o hace frío, no hay esa perentoriedad por la última noticia.

– ¿Cómo es hacer radio en el siglo XXI, tan diferente a la época en la que comenzó?

– Creo que la principal y última transformación, desde el punto de vista tecnológico, es el cambio del soporte. La radio va buscando algo más allá de ser el aparato que está puesto en la pieza. Eso amplía horizontes por un lado, legítima las audiencias, las hace nítidas, perfectas, las traslada a otros horarios. Ya las palabras no se las lleva el viento como antes sino que quedan registradas una y mil veces. Pienso que eso mejora la comunicación, la hace más fácilmente archivable. La historia misma está ahora más a nuestro alcance. Desde el punto de vista artístico, en realidad no hay cambios tan profundos. Se ha facilitado el acceso a la radio de manera tal que ya es menos académico, es cierto que es menos acartonado, pero corre el peligro de falta de rigor. No me divierte tanto, por ejemplo, que las personas que hagan radio no sepan hablar. Eso quita profesionalismo. Me parece a mí que la radio debe mantenerse como un refugio para la palabra. La convierte en el idioma de la inteligencia.

– ¿Le resulta fácil caer en la tentación de que el ego se agrande?

– Para nada. Al contrario, soy un artista con muchas dificultades para seguir adelante. Me cuesta mucho escribir, componer, producir el programa de radio. Ante esta realidad que se me presenta, no podría presumir ni agrandarme, tengo el mayor reparo y cuidado, porque sé que lo que hago no es seguro y que está sujeto a miles de calamidades.