En lo que hace a la preservación del patrimonio cultural, la Argentina es un país que tiene una historia compleja: basta como ejemplo la demolición de la Casa de Tucumán, en 1874, o de parte del Cabildo, en 1889. Más cerca en el tiempo, se pueden citar ciertos casos, como los del Museo de Luján y de la Casa Rosada.

En el primero hay una lista interminable de objetos desaparecidos desde 1984 en adelante, entre ellos, toda la colección de pistolas antiguas, los anteojos de oro de Solano López y gran parte de las reliquias de la Guerra del Paraguay, que se sumaron a denuncias de la década del ochenta sobre las atrocidades cometidas en las obras de reparación del edificio, durante las cuales se demolió gran parte de las construcciones originales para rehacerlas en hormigón, simplemente porque tenían humedad. En cuanto a la Casa Rosada, durante 1991 empezaron a trascender robos o misteriosas desapariciones que sucedían a diario.

La Argentina es el único país de América latina que no tiene una ley nacional de patrimonio cultural. Esto no significa que no haya un par de leyes que cubran algunos aspectos, como la 12.665, o que algunas provincias hayan avanzado más rápido que la Nación incorporando el tema en sus constituciones. Pero sigue faltando el marco referencial a escala de todo el país, imprescindible para darles coherencia a los esfuerzos aislados del interior y de las instituciones nacionales preocupadas por esto.

La mayor parte de los edificios construidos en San Juan previos al terremoto de 1944 no tienen protección arquitectónica alguna. Actualmente sólo la conocida como Casa de Juan Maurín, gobernador de San Juan entre 1934 y 1938, ubicada en calle Santa Fe y Sarmiento, está próxima a ser declarada Patrimonio Cultural Arquitectónico, mientras que otras sólo han sido reconocidas por la Municipalidad de la Capital. Entre el puñado de casas pre-terremoto del "44 se puede citar también la de Pedro Echagüe en Avda. 25 de Mayo que sólo tiene amparado el sepulcro del prócer por una ley nacional, y aunque con trámites iniciados en la provincia, está lejos de la declaración patrimonial.

Un hombre sin memoria es una persona sin identidad. Este concepto puede ser fácilmente trasladado al medio urbano con las mismas consecuencias. Sin memoria histórica no hay cultura y sin cultura no hay comunidad.

Preservar genera un sentido de continuidad entre el pasado y el presente y nos ayuda a apreciar los logros que sobreviven a nuestras vidas individuales.