En menos de un mes, el primer ministro de Japón ha tenido dos gestos de acercamiento con Estados Unidos. El primero tuvo lugar el 17 de noviembre, cuando se convirtió en el primer mandatario extranjero en visitar al presidente electo Donald Trump. El segundo ocurrió hoy, cuando anunció su visita a Pearl Harbour para el 26 de diciembre. El miércoles se cumplen 75 años del día en que la marina imperial arrasó con el puerto hawaiano. “Nunca debemos repetir el horror de la guerra”, dijo hoy Shinzo Abe. Hasta ahora, ningún premier japonés ha visitado el lugar, que Abe recorrerá junto al presidente de EE.UU., Barack Obama. Para los que se preguntaban por el motivo, Abe habló de un mensaje sobre el valor de la alianza entre EE.UU. y Japón. “El valor y el significado de esa alianza no cambia ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro”, dijo.

 

 

Aunque el primer ministro japonés se cuidó mucho de mencionarlo, esa alianza ha sido duramente cuestionada por el republicano durante la campaña electoral. “En lo que respecta a Japón y otros países, todos nos están estafando”, dijo durante el tercer debate presidencial con Hillary Clinton. El mismo en el que sugirió que Estados Unidos no podía seguir pagando la defensa de países como Japón, Corea del Sur, Alemania y Arabia Saudita. Además de reforzar con gestos una alianza que podría estar en peligro con la llegada del magnate republicano, Abe devuelve con su visita a Pearl Harbour la que Obama hizo en mayo a la ciudad japonesa de Hiroshima. El demócrata también fue el primer presidente estadounidense en recorrer el lugar donde su armada dejó caer en agosto de 1945 una de las dos bombas atómicas sobre Japón.

 

Ni Obama pidió disculpas en mayo ni se espera que Abe lo haga en diciembre. “Recordamos a todos los inocentes muertos a lo largo de aquella guerra terrible”, dijo el estadounidense en mayo. “Es una visita para orar por las almas de las víctimas”, dijo hoy Abe. 

 

 

Las víctimas mortales del ataque sobre Pearl Harbor el domingo 7 de diciembre de 1941 fueron 2.390 personas, por el lado de Estados Unidos; y 64, por el de Japón. La primera oleada de bombardeos que la marina imperial japonesa lanzó sobre Hawai comenzó a las 7:50 de la mañana. La segunda, pasadas las 9 tenía como objetivo alcanzar a la flota estadounidense del Pacífico. Su traslado en 1940 desde California hasta las islas había sido considerado como una amenaza para Japón, aliado a la Alemania de Adolf Hitler y a la Italia de Benito Mussolini.

 

Japón hundió a la mayoría de los barcos estadounidenses, entre ellos el Arizona, que transportaba a un total de 1.177 marineros, y el Oklahoma, que nunca más volvió al servicio activo. Para EE.UU. , fue “un crimen de guerra”, ya que Tokio no había declarado de forma explícita que atacaría en forma inminente. Un día después del bombardeo, el congreso de Estados Unidos declaró la guerra a Japón.

 

 

Antes de Pearl Harbor, la mayoría de los estadounidenses se manifestaba en contra del ingreso de su país a la Segunda Guerra Mundial. Para el presidente Franklin Delano Roosevelt, el ataque japonés fue la oportunidad que buscaba para ayudar a sus aliados, en especial el Reino Unido. Cuatro días después de Pearl Harbour, Hitler declaró la guerra a Estados Unidos. “De no haber ocurrido el episodio de Pearl Harbour y la declaración de guerra de Hitler, es casi seguro que EE.UU. hubiera permanecido al margen de la Segunda Guerra Mundial”, escribió el historiador británico Eric J. Hobsbawn en su libro “Historia del Siglo XX”.

 

Para Hobsbawn, la democracia liberal, ”que por definición no existía en el bando fascista o autoritario”, impedía que Roosevelt adoptara medidas consideradas antipopulares como una declaración de guerra. Los estadounidenses eran especialmente reacios al enfrentamiento bélico porque aún no se había borrado el recuerdo de la devastadora guerra civil (entre 1861 y 1865 terminó con la vida de 700 mil personas) y porque recién estaban saliendo de la Crisis de 1929. Pero el bombardeo contra su puerto en Hawai logró unir a toda la población. Incluso se dijo que Roosevelt sabía del ataque y no lo impidió. Como dijo el jefe japonés, el almirante Isoroku Yamamoto, la ofensiva “despertó a un gigante dormido”.