El Gobierno nacional dispuso aumentar al 20% el recargo para la compra de pasajes y paquetes turísticos con destino al exterior, en el marco de las disposiciones fiscales para proteger las reservas de divisas, lo que generado reacciones adversas en los sectores alcanzados por la medida.

Este endurecimiento responde a las maniobras de la "picardía criolla” para hacerse de moneda extranjera urdiendo variadas formas para eludir las restricciones, como la utilización de las tarjetas de crédito para comprar fichas en los casinos extranjeros, que de inmediato pasaban a otra ventanilla para cambiarlas por dólares al cambio oficial. De la misma manera se han adquirido paquetes turísticos para viajes al exterior, que nunca se hicieron, porque el propósito era obtener divisas aunque con el riesgo de recibir sanciones de parte de la AFIP.

Estas especulaciones parecen engrosar el anecdotario del ingenio para eludir el rigor de las prohibiciones cambiarias, pero de ninguna manera se puede señalar que existe por ello un problema mayor en la marcha de las limitaciones, o "cepo” al dólar según la denominación popular. Además, debe observarse que este recargo sobre las compras efectuadas en el extranjero, paquetes turísticos y pasajes al exterior alcanza a un sector de la población que está lejos de ser masivo.

Sin embargo, fijar un impuesto del 20% con una brecha entre el dólar oficial y el paralelo del 55% no resuelve el problema de fondo porque significa otro parche fiscal. Los especialistas observan que pese a los controles que se implementaron en octubre pasado, cuando se fijó el recargo del 15% a las compras efectuadas en el exterior, la inflación sigue en los mismos niveles, aunque acotada gracias a los acuerdos de precios.

Pero se sigue emitiendo pesos, en gran medida para financiar el gasto público, en tanto la tasa de interés está desfasada frente a la inflación y mientras los convenios laborales frenan proyectos empresarios. Con los costos en aumento, una economía mundial que no despega y un consumo interno moderado, las empresas enfrentan un panorama complejo, atravesado por cuestiones internas a cada compañía e intrínseca a cada rama productiva, y de factores macroeconómicos como los es la inercia inflacionaria.

Sin duda el problema de fondo es el macroeconómico y ante esta incertidumbre se observa la ausencia de una política integral, que corrija las variables que generan inflación, lejos de los parches circunstanciales, algo que parece improbable en un año electoral.