Buenos Aires.- ‘Si observamos que la FIFA se convierte en una organización transparente, abierta y fiel a sus principios, entonces podríamos iniciar conversaciones’, señaló el director ejecutivo de la federación, Martin Glenn, tras la elección el viernes de Infantino como nuevo jefe del ente rector del fútbol mundial.
Sin embargo, en el horizonte, se vislumbra una lucha entre el país de los creadores del fútbol, con el de los dos primeros finalistas de una Copa del Mundo, Argentina y Uruguay. La intención de los dos presidentes sudamericanos fue declarada públicamente en busca de celebrar el centenario de la primera gesta mundialista entre ambos seleccionados, los cuales apuntan a tener en 2030 la Copa, nuevamente en territorio “rioplatense”.
‘Hemos decidido comprometernos hoy a candidatearnos juntos para ser sede del Mundial 2030’, anunció Macri tras dialogar con el mandatario “Charrúa”, Tabaré Vázquez, al término de la cumbre entre los dos mandatarios rioplatenses en Colonia del Sacramento el pasado 7 de enero.
Respecto a Inglaterra, que ya fue sede del Mundial que ganó en 1966, se postuló para organizar el torneo de 2018, pero fue derrotada en la primera ronda de votación con apenas dos votos. Finalmente la sede fue ganada por Rusia en una polémica elección en la que también se otorgó simultáneamente el Mundial de 2022 a Qatar.
La federación inglesa declaró a partir de entonces la ‘guerra’ a la FIFA y su presidente, Greg Dyke, prometió no volver a postularse mientras Blatter siga siendo el jefe del máximo organismo del fútbol. Con la elección de Infantino el viernes como nuevo jefe de la FIFA y la serie de reformas aprobadas por el organismo en busca de mayor transparencia, el camino de Inglaterra hacia una nueva postulación parece ahora allanado. ‘Esto cambia el juego por completo y te hace sentir más confianza en todo el proceso’, dijo Glenn.
Una eventual candidatura de Inglaterra sólo podría aplicarse a partir del Mundial 2030, ya que en 2018 se disputará el torneo en Europa y las normas de la FIFA impiden que dos países de una misma confederación puedan albergar la cita en un plazo de ocho años.