�La llegada de los chicos no pasó desapercibida. Más de 170 colectivos, identificados con un número y con el departamento de dónde llegaban, hicieron una fila que pareció eterna. Cada micro bajó a todos los pasajeros en la puerta del estadio, mientras que las veredas del Serpentario quedaron copadas de chicos con remeras y gorras blancas. Así fue que desde las 18 y hasta pasada las 20 los chicos desembarcaron en el estadio e ingresaron al campo de juego.
A los gritos, llegaron en los micros. Cantando canciones que aprendieron en las colonias, hicieron que hasta los vecinos de la zona de Puyuta salieran a mirar por las ventanas la fiesta que se vivía en las calles.
Los portones se abrieron a las 18. Policías y los monitores urbanos de la Municipalidad de la Capital colaboraron en la organización y se sumaron al personal que el Ministerio de Desarrollo Humano dispuso en la calle. Los monitores hasta ayudaron a los abuelos a bajar del colectivo o a cruzar las cunetas. Mientras que los chicos fueron contenidos por los profesores. Identificados con pulseras de goma, distintivos con los nombres y el departamento, vinchas de papel y con sus banderas los alumnos de las colonias también ayudaron para que el acceso fuera muy ordenado. Tomados de la mano con sus compañeros caminaron por la vereda hasta que atravesaron el portón de ingreso. El campo de juego fue dividido en parcelas, que estaban cercadas. En esos espacios, que tenían carteles que indicaban qué departamento debía estar ahí, los chicos armaron sus campamentos para ver los espectáculos.