Llevaba el nombre de María Duarte y, a diferencia de la siempre tan amada y odiada Evita, encontró la muerte trágicamente y en soledad en medio del campo en las afueras de Iglesia en 2014. Nadie sabe cómo llegó ni qué buscaba esa mujer porteña con aspecto de turista y de hippie. Dicen que provenía de una familia adinerada, que alguna vez fue modelo y hasta empresaria y que, por causas desconocidas, tuvo un destino fatal y extraño lejos de su casa y su familia. Tan desdichada fue su suerte que nadie la reclamó ni después de muerta y permaneció olvidada en la Morgue Judicial durante casi dos años hasta que esta última semana la sepultaron sin cortejo fúnebre y ni una flor en la fosa común de un cementerio.
Las circunstancias de la muerte de María Etelvina Gras Duarte (41) siguen aún en el misterio. Su cuerpo, en estado de descomposición y devorado en parte por animales, había sido hallado por un puestero el domingo 10 de agosto de 2014 en un inhóspito paraje llamado El Carrizal, a 42 kilómetros de Rodeo. No tenía más que la ropa que llevaba puesta y un DNI con ese nombre y un domicilio del barrio porteño de Belgrano. La autopsia reveló que no presentaba signos de un asesinato y todo indica que murió de frío o de hambre. Ahora bien, nadie explicó cómo llegó ahí. Su identificación se logró a posteriori por medio de las huellas dactilares.
Los datos que recolectó la Policía decían que en mayo de 2014, Gras Duarte intentó cruzar hacia Chile por el paso de Agua Negra, pero Gendarmería se lo impidió y tras un altercado acabó demorada por unas horas en la Seccional 22da de Iglesia. En ese momento también se conoció que en Buenos Aires existía una causa penal en su contra por un cheque sin fondo. Según las fuentes, en los días siguientes a su frustrado viaje al vecino la país, la vieron en Rodeo. Aparentemente se instaló en ese pueblo. Hasta la fecha nadie sabe qué hacía, con quién estaba o dónde se hospedaba, pero los vecinos del pueblo la veían pasar en una bicicleta, comentaron los policías.
En aquel entonces DIARIO DE CUYO habló con María Florindo Duarte, la madre, quien no ocultó su asombro. Hacía 3 años que no la veía. ‘Es lo peor que me podía pasar. Y nadie me explica nada. La Justicia tendrá que investigar qué sucedió con mi hija porque ella vivía bien y no podía terminar de esa manera’.
Quizás era otro el destino de María Gras Duarte. ‘A los 13 años se fue a vivir a Belgrano (por el barrio porteño) con mi madre y mi hermano que es médico forense. Ella se crió en un mundo de grandeza, con mi madre viajaban mucho a Europa y tenían un buen pasar. Mi hija fue modelo, hizo algunas películas y vivió 10 años con un tipo con el que tuvieron una empresa en Villa Ballester. No nos veíamos mucho por esa relación distante y por cosas de la vida, pero la vez que nos encontrábamos siempre se mostraba feliz. Después se separó y puso sola un negocio de pastas y comida. Y desde que murió mi madre en 2010, perdí contacto con ella. Sé que a la casa de mi madre no podía entrar por problemas con mi hermano, es que tenemos una disputa por la sucesión. Y era dueña de otro departamento en Belgrano, pero me dicen que hace dos años que no vivía allí. Realmente no sé qué le pasó, ¿de qué estaba escapando? ¿Y cómo llegó a ese lugar?’, decía la mujer, sin poder entender.
Es un misterio qué fue de la vida de la porteña María Duarte antes de su trágico deceso en Iglesia. Su caso pasó a engrosar la lista de muertes no esclarecidas en San Juan y su historia pronto fue olvidada, incluso para su familia que nunca regresó, aseguraron fuentes judiciales. Su cadáver permaneció casi dos años en la morgue esperando que alguien lo reclamara, lo que jamás sucedió. Fue así que la Justicia dispuso en estos días su sepultura. No hubo acompañamiento ni flores. Sólo un empleado judicial y un grupo de panteoneros que en silencio dieron el último adiós a esta otra María Duarte que ahora descansa en paz en una tumba sin placa en el cementerio de 9 de Julio.