En la última década, unos 16 tenistas profesionales del top 50 pactaron perder sus partidos para beneficiar a las mafias rusas e italianas de apuestas. El escándalo no apunta tanto a los tenistas o a las mafias que exigen resultados previsibles mediante partidos arreglados, sino a que los dirigentes, sabiendo de la corrupción y teniendo identificados a los tenistas, prefirieron tapar las evidencias para guardar las apariencias. Léase, no espantar a los sponsors o perder derechos televisivos que hacen de esta disciplina una de las más rentables. Tras la denuncia se comprueba que encubrir la realidad produce el efecto contrario.
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