Con frecuencia los sectores más desprotegidos de la sociedad ponen un signo de alerta sobre la atención hospitalaria estatal. Los reclamos más urgentes de la población se dirigen a la falta de profesionales, especialmente en las zonas alejadas, tanto de nuestra provincia como en otros lugares del país, donde los pacientes concurren a horarios insólitos para obtener un número que luego de varias horas les permite ser auscultados por el profesional. Gran parte de los enfermos queda en el desamparo porque no pudo acceder al turno y mucho menos a la medicación que necesita.

Los controles médicos de los sectores más vulnerables, en especial los niños, embarazadas y ancianos, no pueden ser dejados al azar. Es un imperativo del Estado proteger la salud de los que menos tienen, de los que carecen de obra social alguna o de quienes por momentos ven privados los beneficios de la entidad a la que aportan. Los médicos en las salas de urgencia a veces no están debidamente preparados, no solo para atender a mucha gente de escasos recursos, sino poseer el temple necesario para saber en breve tiempo qué dolencia les aqueja, qué derivación oportuna se debe hacer y suministrar el fármaco indicado.

Este panorama no es un tema menor sino debe ser prioritario en la agenda de los gobernantes porque implica una mirada abarcativa y exploratoria del estado sanitario de la población, máxime en épocas invernales donde las enfermedades estacionales abundan. Es una medida de primer orden y los responsables de la salud deben actuar en consecuencia, cuando desde la población necesitada se reclama la ampliación de horarios y un mayor número de facultativos, con verdadero sentido de la responsabilidad y del alto deber de mirar al prójimo con interés humanitario para mejorar su calidad de vida.

En la administración de los hospitales públicos la provisión de elementos es fundamental, acumularlos sin sentido o dejarlos vencer es un daño que no debe repetirse en ninguna institución donde la salubridad marca una huella imposible de borrar. En caso de accidentes, tragedias y de siniestros, las guardias tienen que estar habilitadas para responder a la exigencia del momento.

Desconocer esa cercana realidad implica abandonar a quienes sufren un imprevisto la más honda deshumanización de la medicina y eso pone una señal en estas instituciones, a veces envejecidas y otras modernizadas pero sin los recursos humanos adecuados.