El caso que explaya DIARIO DE CUYO en la nota del pasado 14/1/13, ‘OSP, más dura con cobros indebidos de prestadores’, referente a un plus cobrado en consulta con obra social, es un ‘modus operandi’ que está enquistado -hace mucho tiempo- como acciones que no entran en lo controvertible, y sí directamente en una irrefutable realidad de un proceder de propio impulso, donde aparece la intención y práctica aviesa de un lucro indebido, a causa de un desgobierno en el comportamiento público de ciertas personas.

En el caso particularísimo de la medicina -debida y permanente proyección y concreción como profesión de bien, de humanitarismo y de entrega-, el párrafo aparte corresponde a las desviaciones en su ejercicio, cuando se dejan de lado los principios de la ética profesional, para dar paso a la habituación a costumbres que son aberraciones de proceder. En directa relación con lo que aquí tratamos, nos sentimos inclinados a citar al doctor René Favaloro, eminentísimo y conocidísimo cardiocirujano de renombre mundial, ejemplo irrepetible de ética, probidad, decoro y dación hacia el género humano, que padeció, con aflicción y ahogo, un descalabrante tratamiento vincular, mientras, al frente de su Fundación, ejercía su profesión. He aquí palabras de su carta póstuma, que lo demuestran: (…) ‘La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada, más la tarea de los profesionales seleccionados, hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina, parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles, sin limites de ninguna naturaleza’ (sic).

Por cierto, en la perspectiva de la nota en DIARIO DE CUYO, no están incluidos -ni mucho menos- todos los profesionales de la medicina; hay una conceptuación de que la absoluta mayoría que leyó estas líneas, pudo haber sentido vergüenza ajena, y ese íntimo pundonor constituye la antítesis virtual de esas actitudes de insólito desvío, cuando alguien se ‘desperdicia’ a sí mismo, pierde contacto con las normas seculares de la decencia, y cae en un sucio manoseo propio, que desvirtúa la esencia de su individualidad.

(*) Escritor.