Carlos Vega Pereda, primera voz de Los Cantores de Quilla Huasi y salteño de nacimiento, fue uno de los cultores prominentes de la música de Cuyo.

A la hora del almuerzo pasamos por Cura Brochero, pequeña ciudad de la pintoresca Córdoba, hoy famosa por el nacimiento del curita que la puso en la consideración del mundo.

En ese conglomerado pueblerino fue a descansar su vejez otro personaje ilustre: Carlos Vega Pereda. Fue la inicial primera voz de Los Cantores de Quilla Huasi. Salteño de nacimiento, sin embargo fue uno de los cultores prominentes de la música de Cuyo, que se forjó al lado de Buenaventura Luna y su popular Tropilla de Huachi Pampa, que tantos músicos diera al país y al mundo.

Don Carlos se radicó en Cura Brochero durante muchos años. Falleció hace poco, a los noventa y tantos años. Quienes conocemos la trayectoria de los Quilla sabemos que fue uno de los que dio el sello fundacional al conjunto, a la par de ser un extraordinario cantante.

Cuando llegué a la pequeña ciudad, lo primero fue averiguar a los empleados policiales y municipales que atendían a los turistas donde fue su última morada. Con dolor me di cuenta que nadie sabía nada de él, salvo uno que dijo "sentir hablar de él pero no sé dónde vivía". 

La realidad me mostraba su peor cara, la del olvido injusto, la de la lesiva ignorancia y el desagradecimiento cultural. Su voz inconfundible, una de las mejores de todos los tiempos, sus logros y su historia han sido agraviados en el sitio que honró brindándole sus años maduros para morir allí. 

Me fui de Cura Brochero sin estar frente a la casa de aquel insigne exponente de la música nacional, y hasta hoy siento un carraspeo amargo que me sube desde el corazón. De Carlitos conservo una cassette que me enviara hace varios años. Una joya que contiene sus últimas grabaciones.

Nada más inoportuno y penoso que los inicuos abandonos; no reconocer a quienes han dejado alguna huella destacable, que nos han prestigiado ante el mundo y nos han emocionado; la ausencia es una sombra que refleja la luz mancillada, un estado emparentado con la pérdida, un escenario donde el agasajado no puede estar, donde ojos ni pecho podrán emocionarse.

Los gobiernos no deben desentenderse de estas cosas. Gobernar es estar atento a los hechos trascendentes, a las versiones que los pueblos dan de su propia conciencia, a los verdaderos contenidos de los pueblos, reconocerse en las expresiones culturales y artísticas que el terruño engendra, porque desde ese sitio es desde donde mejor se divulga el espíritu de la tierra. Una provincia, una región, seguramente, han de ser identificadas en el mundo por sus mensajeros y sus moradores, ciudadanos que se han destacado por su obra. Más allá de eso, todo pasa, todo se pierde para siempre. 

 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete