Eran como las dos de la tarde de ayer cuando los uniformados de guardia en la Seccional 12da de Valle Fértil, se sacudían con una novedad bastante inusual: un joven conocido en la Villa San Agustín, Rodolfo Chávez (33) se entregaba con un sacerdote para confesar que el último miércoles en la noche había matado a su esposa en Capital. En el relato, hubo sin embargo un claro intento por mejorar su situación: según la Policía, dijo que mató para defenderse, porque ella lo había atacado primero.

Minutos después, un grupo de policías dirigidos por el jefe de la Fuerza, Luis Martínez, confirmaron lo terrible: Ramona Graciela Mallea, jachallera, 37 años, penitenciaria y madre de una beba de 1 año y 8 meses, estaba en avanzado estado de descomposición, tirada boca arriba en el baño de ese departamento de un primer piso que alquilaban con Chávez desde hace poco más de un año, en Belgrano y Aberastain, en Trinidad, Capital.

Al analizar la escena del hecho, efectivos de la Policía Científica encabezados por el secretario del Cuarto Juzgado de Instrucción, Martín Heredia Zaldo, descubrieron que, al parecer, el homicicio había ocurrido en la cocina comedor y que, luego, Chávez llevó el cadáver al baño. También suponen que la ejecutó a golpes, incluso con una pesada jarra de vidrio para cerveza, y le asestó por lo menos dos cuchillazos, uno en la cabeza y otro en la zona del cuello.

Después limpió la sangre con ropa que metió en el freezer igual que la hoja del cuchillo que se le rompió cuando atacó a su esposa, dijeron fuentes ligadas a la investigación. Aquella noche los vecinos escucharon ruidos y llamaron al 911, pero al llegar los policías golpearon la puerta y como nadie les respondió se fueron. Así, había pasado varias veces, dijeron.

Luego de limpiar todo y dejar el cadáver en el baño, Chávez cerró con llave y se fue con la beba de ambos a Valle Fértil.

‘MUY CELOSO’:

Ramona Mallea era oriunda de la zona de ‘Calle Honda’, al Norte de Jáchal, y había conocido a Chávez cuando ambos hicieron el curso de ingreso al Servicio Penitenciario, hacía más de cinco años. Allí tuvieron suerte dispar: ella entró, él no. Entonces nació una relación amorosa que, enseguida, trocó a un vínculo marcadamente conflictivo: él, enfermo de celos, comenzó a querer controlarle la vida, literalmente, dijeron conocidos de la víctima.

En sus ataques de inseguridad, el joven no tardó en pasar a los insultos y los golpes. Ella, por amor, pareció tolerar, pero hubo un punto en que no aguantó y se quiso separar. Fue ahí que él rogó, prometió cambiar y la cosa pasó a otro plano: con una beba de por medio, se casaron. Pero el problema siguió intacto y se incrementó aún más, porque él no le permitía ni siquiera cruzar mensajes con su madre o sus hermanos, dijeron allegados a la familia.

‘Era un tipo muy enfermo, no la dejaba visitar a sus padres ni mandar mensajes a sus familiares… con decir que hasta con los hermanos de ella la celaba. Parece que ella lo amaba mucho para aguantarle tanto’, dijo un conocido de la víctima.

Todo indica ahora que, en el Cuarto Juzgado de Instrucción le imputarán homicidio agravado por el vínculo (eran casados) y por violencia de género (femicidio) castigado con perpetua.