Buenos Aires, 13 de julio.- La mayor parte de las personas que sufren cefaleas o migrañas desarrollan con más facilidad sus patologías en verano, principalmente en los días más calurosos.

“En la temporada estival, el calor y la propia claridad del verano son los principales factores desencadenantes de dolores de cabeza, pero también los cambios de hábitos, saltarse el horario de las comidas, el exceso de sol, dormir poco o mal, los cambios de presión, el estrés, los cambios de temperatura producidos por el aire acondicionado, la ingesta de alimentos especialmente fríos como, por ejemplo, los helados, o los propios desplazamientos, sobre todo si se viaja en avión”, explica Samuel Díaz Insa, Coordinador del Grupo de Estudio de Cefaleas de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

El calor y las altas temperaturas incrementan el riesgo de cefaleas debido a la dilatación de las arterias y el aumento de la presión atmosférica. Además, las cefaleas pueden aparecer como consecuencia de una insolación o agotamiento por exceso de actividad y pueden venir acompañadas de nauseas, calambres, hipotensión, visión borrosa, cansancio, sudoración o incluso pérdida de consciencia en el caso de que se produzca un golpe de calor.

La propia intensidad de la luz en verano es otro factor desencadenante de las cefaleas veraniegas, pero quizás el motivo más específico de esta época son los provocados por los estímulos fríos que producen cambios bruscos de la temperatura corporal, bien por la ingesta de una bebida muy fría o de un helado, o por los producidos por el aire acondicionado. Los cambios en el ritmo vital y de actividad que se producen en vacaciones, así como los desajustes horarios, tanto en comidas como en sueño, tampoco favorecen a los pacientes.

Además de protegerse del sol, Díaz Insa recomienda aprovechar las vacaciones para “relajarse sin alterar en exceso los ritmos biológicos, cosa que durante estos meses se produce con frecuencia, tanto en la dieta como en el ritmo de sueño”.