A Liam Guevara, en la Clínica Mayor le hicieron padecer un gran sufrimiento apenas llegó a este mundo. Recién nacido, lo quemaron con un secador de pelo mientras estaba en la incubadora y fue tal la exposición al calor en una de sus manitos, que debieron amputarle parte de sus dedos. Esto es lo que determinó la titular del Cuarto Juzgado Correccional sobre lo que pasó el 20 de marzo de 2015 en Neonatología de esa maternidad, pero por ahora no hay responsables. La única imputada, una enfermera, fue absuelta por el beneficio de la duda. Es que no pudieron determinar que efectivamente ella fue quien quemó a la criatura pues durante el juicio acusó a otra enfermera. Entonces, las actuaciones fueron remitidas otra vez al Quinto Juzgado de Instrucción para que continúe con la investigación, por lo que la causa sigue abierta.
De acuerdo a la resolución de la jueza María Silvina Rosso de Balanza, a cargo del Cuarto Juzgado Correccional, durante el juicio quedó establecido que la incubadora funcionaba defectuosamente y que por eso fue calentada con un secador de pelo. Este elemento dentro de Neonatología siempre fue puesto en duda durante la instrucción y los médicos de la clínica lo negaron constantemente.
Sin embargo, de acuerdo a lo que refirieron diferentes enfermeras durante el juicio, era habitual que en la Clínica Mayor calentaran las incubadoras con el secador y que de hecho lo guardaban en el último cajón de un carro que había en Neonatología. La aplicación en forma puntual de calor produjo quemaduras del tipo A/B en la mano derecha del bebé y del tipo B (más grave) en los extremos de los dedos, que obligaron a la amputación de sus falanges.
Pero esta maniobra, considerada negligente e imperita, no tuvo un responsable durante el juicio. La única imputada, la enfermera Graciela Espíndola (58), a cargo del bebé aquella jornada y que incluso dejó sentado en la historia clínica que la criatura sufrió la quemadura durante su turno, fue favorecida por el beneficio de la duda y por eso fue absuelta. Esto porque durante el juicio, Espíndola acusó a otra enfermera, Marisa Garay, como quien cometió el hecho. “Marisa toma el secador de pelo y calienta la incubadora. Yo tomo al bebé y lo instalo dentro de la incubadora. Marisa continuó con el secador de pelo dentro de la incubadora y yo me retiro”, dijo Espíndola ante la jueza.
Garay no sólo que negó esa acusación, pues refirió que sólo preparó la incubadora con unas sábanas y se retiró al office de Enfermería, sino que incluso dijo que no había un secador de pelo en la clínica, tal como expresaron también los médicos Miguel Gaudino, quien participó del nacimiento, y Mario Tripolone, jefe de Neonatolgía, aunque ninguno pudo explicar cómo se produjo la grave lesión. Es por eso que la jueza entendió que entre parte del personal médico y de enfermería y los dueños de la clínica hubo una especie de pacto de silencio para intentar ocultar lo ocurrido. Incluso, en su resolución, explicó que resultó sospechoso que los médicos ocultaran información a los familiares del bebé, que no realizaran interconsultas y que las autoridades de la clínica no iniciaran una investigación para deslindar responsabilidades.
Como durante el juicio no pudieron determinar si fue Espíndola o Garay o incluso ambas (una enfermera de apellido Sagua dijo que su compañera le dijo que Garay dejó el secador dentro de la incubadora y que luego Espíndola colocó al bebé) es que la duda benefició a la imputada. Todo pudo resolverse con la grabación de las cámaras de seguridad de Neonatología, dijo la jueza, pero que no fue posible obtenerla debido al tiempo que transcurrió desde el hecho y porque el sistema de seguridad ya regrabó las imágenes. El abogado de la familia Guevara, Fernando Rahme, se mostró desalentado por esta circunstancia. “El juez durante la instrucción (Matías Parrón) no pidió las filmaciones como prueba, ni siquiera pidió secuestrar la incubadora. Por lo menos hubo instrucción incompleta”, aseguró.
Es por eso que la jueza Rosso de Balanza, precisamente, remitió las actuaciones otra vez al juzgado de Parrón quien, de asumir esa función (puede negarse por entender que ya tuvo opinión y por ende la causa pasará a otro juzgado) deberá continuar con la investigación del hecho.
Liam y su familia esperan Justicia
Liam ya tiene un año y ocho meses y sigue creciendo sano y fuerte. Aprendió a caminar hace cuatro meses y es el más mimado en la familia. La fase más compleja de su rehabilitación ya fue superada, pero las sesiones se extenderán al menos tres años más. Su abuelo, Daniel Guevara, dijo que tienen esperanza en que condenen a los responsables por las graves lesiones que le provocaron a la criatura apenas nació. Nunca más pisaron la Clínica Mayor.