La famosa e inolvidable cantante argentina, de nombre verdadero Virginia Rosaura Hidalgo, conocida artísticamente como Ginamaría, nació en Buenos Aires en 1939 y murió en la misma ciudad el 10 de febrero de 2004, víctima de un ACV. Desde muy temprana edad demostró aptitudes para la música, el canto, las letras, el ballet y el arte escénico. Integró elencos de teatro vocacional y participó en numerosos festivales de danza, a la vez que cursó la carrera del magisterio, graduándose de maestra a los 17 años. Viajó a Nueva York becada por la Julliard School of Music, allí la escuchó cantar el célebre músico español Andrés Segovia. Posteriormente Ginamaría logró la beca de Estudios de Canto en Santiago de Compostela (España), otorgada por el gobierno de dicho país. En Madrid se puso en contacto, con quien Ginamaría obtuvo el conocimiento de una escuela de canto de elevado nivel. De esta forma comienza su carrera internacional, en la que intercaló su rol de cantante con el de actriz. Recibió constante motivo de reconocimiento por la pureza de su timbre, su impecable dicción, la afinación y el amplio registro.

Ginamaría Hidalgo tenía una voz de soprano y se había hecho famosa a principios de la década del "60, momento de su protagonismo en la renovación entre el folclore y el público. A pesar de los elogios y augurios hacia la joven actriz, por sus incursiones cinematográficas, su decisión final fue por el canto, y así llegó a Buenos Aires, donde hizo su debut ante el público argentino, en el rol de Violeta en "La Traviata de Giuseppe Verdi”, producción de alto nivel con la participación de Carlos Cosutta, tenor lírico de extensa trayectoria en Europa.

En televisión participó en diversos programas musicales, hasta la obtención del suyo propio "Las noches de Ginamaría”.

Actuó en numerosos festivales benéficos por el continente europeo, América y Japón. Cantó al Papa Juan Pablo II, en una visita a la OEA.

Editó más de 30 grabaciones con discos de oro y entre sus grandes éxitos se destaca: "Amar amando”, "La loca de amor”, "La pulpera de Santa Lucía”, "Canción del adiós”, "Ave María” y "Romance de María Pueblo”.

Fue una mujer dedicada a su vocación, al servicio del arte, confió en poder realizar numerosos proyectos que involucrarían una función totalmente humanitaria y solidaria.