El estresante calendario electoral 2023 de Argentina escribirá hoy su último capítulo en el que como nunca antes se pondrá bajo la lupa a la hora de definir el voto ‘el rol del Estado’ y que puede ser el factor desiquilibrante en lo que en la previa aparece como uno de los comicios más reñidos en 40 años de democracia.
Poco más de 35 millones de argentinos están llamados a elegir en las urnas al presidente que tendrá que enfrentar una gestión de alto riesgo al frente de la Casa Rosada con un desafío enorme en el plano político y una economía en terapia intensiva que clama por un remedio que tiene, sea cual sea la receta, efectos secundarios que van a contramano con las demandas más urgente de una sociedad abrumada por la inflación.
La oferta es corta ya que se trata de un balotaje, el segundo de la historia, y que hoy enfrentará al ministro de Economía de los últimos 16 meses y candidato de Unión por la Patria (UxP), Sergio Massa, y el sorprendente candidato de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, que pasó de los set de televisión al ruedo político en un solo salto y amenaza con romper la estructura del poder político tradicional de la Argentina. Fue el impensado ganador de las PASO pero no pudo sostener ese liderazgo en las urnas en la primera vuelta lo que lo obligó a barajar y dar de nuevo sobretodo en sus propuestas más polémicas intentando llegar a un público más amplio para recuperar poder de fuego de cara al balotaje.
Los dos candidatos que se enfrentan ofrecen visiones muy diferentes para el futuro del país, un importante exportador de soja, maíz, carne vacuna y litio, el mayor deudor mundial del FMI y un creciente productor de petróleo y gas.
Milei es un duro crítico de China y otros Gobiernos de izquierda a los que llama vagamente ‘comunistas’, incluido el de Brasil; quiere dolarizar la asediada economía y cerrar el banco central; y se opone al aborto.
Massa, un peronista centrista y negociador que se esgrime como un defensor del Estado y del Mercosur, pero tiene el peso de su fracaso en estabilizar la economía sobre su espalda.
En este escenario de opuestos, Massa se presenta como el garante de los valores más preciados de la democracia como la salud y educación pública, es decir, un Estado presente, interviniendo para mejorarle la vida a la gente. Un Estado que ponga límites, que lleve progreso a todo el país de la mano de la obra pública y mantenga una política de subsidios, ya sea para asistir a los que menos tienen como para sostener -en términos razonables- los valores las tarifas de los servicios públicos como la electricidad y el transporte. Por eso, para enfrentar la crisis tomó medidas resonantes en el último tramo de la campaña: devolución del IVA para productos de la canasta básica, la eliminación del Impuesto a las Ganancias en la cuarta categoría sancionado por ley, alivio fiscal para autónomos y pymes, también aumentos y suma fija para jubilados y trabajadores. Massa también se presenta como el único que puede ‘derribar la grieta’. Por eso, pregona que el suyo será ‘el gobierno de la unidad nacional’. El superministro llega envalentonado con su triunfo en la primera vuelta donde se alzó con poco más del 36% de los votos contra los casi 30% de Milei.
La lógica sería que gane Massa. En las últimas semanas se multiplicaron por mil las adhesiones que sumó el ministro que se presenta con el apoyo de la CGT, y de todos los gremios peronistas de todos los rubros: gordos y no tanto, hasta universidades, pasando por representantes de la cultura, el arte, el deporte, etc. Hasta socios de Juntos por el Cambio como el radicalismo o referentes del PRO llamaron a votar a Massa ‘en defensa de la democracia’.
Del otro lado está Milei. El libertario busca romper con todos los vicios de la política y achicar al Estado a su máximo nivel para dejar muchas de las funciones más importantes en manos privadas. El líder de ultraderecha apareció en varios actos blandiendo una motosierra, símbolo de sus planes para recortar el gasto estatal. Ese ajuste, sostiene, no lo pagarán los argentinos, ‘el ajuste lo hará la política’. Promete medidas de shock para sacar a la Argentina de la decadencia, como la dolarización, la eliminación del Banco Central para dejar de emitir dinero que atiza la inflación, estatizaciones o privatizar la educación, la salud y hasta los clubes de fútbol. Aunque, muchas de estas propuestas entraron en entredicho las últimas semanas después del acuerdo con un sector del Pro, con Mauricio Macri y Patricia Bullrich a la cabeza. Pero su talón de Aquiles es la falta de poder real en las provincias ya que no cuenta con ningún gobernador de su propia fuerza y con un Congreso muy esquivo. Igual, Milei hoy podría convertirse en el primer presidente que logra instalar, con el respaldo de las urnas, el ideario de la ultraderecha en el Gobierno.
Todo esto se pondrá en la balanza este domingo junto a una realidad que habla por sí sola y que interpela a Massa porque lleva 16 meses al frente del Gobierno y desde que llegó al Ministerio de Economía con poderes especiales la inflación interanual que medía 71% al tomar las riendas, hoy galopa al 153%.
Déficit crónico
La gestión de Alberto Fernández, con una inflación interanual de 153% y una pobreza del 40,1%, el Estado multiplicó el gasto público en subsidios y ayudas sociales agrandando el agujero fiscal, fomentando la emisión monetaria y, por ende, acelerando el alza de precios.
- Gane quien gane necesitará aliados
El nuevo Congreso, ya elegido en la primera vuelta de octubre, estará muy fragmentado y ningún bloque tendrá mayoría, lo que significa que quien gane necesitará el respaldo de otras facciones para impulsar sus propuestas.
Esto probablemente frenaría reformas radicales y obligaría a Sergio Massa y particularmente a Javier Milei a moderarse. Los poderosos gobernadores provinciales también están divididos entre los peronistas y la principal coalición conservadora, y ninguno está aliado a Milei. El electorado dividido también aumenta las posibilidades de malestar social, que podría empeorar si el nuevo presidente no logra mejorar las cosas rápidamente.