El primer cambio que deberíamos hacer es la manera de ver y entender qué es el suelo. En este sentido podríamos decir que un suelo es un ‘organismo vivo’ al igual que lo es un animal o una planta, aunque a primera vista no lo parezca. Sucede que su forma de vida es algo distinta e invisible a los ojos y eso nos dificulta verlo como tal.

Cada suelo es único y todo lo que le pase al cultivo es la consecuencia directa de lo que le sucede al suelo ya que son seres simbióticos; es por eso que la agricultura del futuro deberá estar orientada a cuidar la calidad del suelo.

La palabra ‘suelo’, desde el punto de vista agrícola, no es igual a ‘tierra’. El suelo es una compleja matriz compuesta por elementos sólidos, líquidos y gaseosos.

Así como la menor parte de una sustancia es la molécula, la unidad más pequeña de suelo se denomina ‘agregado’ y puede medir entre 0,2 y 0,5 mm de diámetro. Y para que los gases como el oxígeno y el agua puedan ser parte de esa matriz llamada suelo, esos agregados deberán ser lo suficientemente estables y con suficiente espacio (poros).

Para que se forme un agregado deben darse ciertas condiciones de equilibrio dinámico entre cantidad y diversidad microbiana y cantidad de oxígeno, agua y nutrientes. En realidad es un círculo virtuoso ya que uno es consecuencia del otro y viceversa.

Las células del suelo (micro y macro organismos) más importantes necesitan oxígeno gaseoso para vivir y construyen los agregados acercando las partículas de tierra entre sí con ácidos húmicos que ellos mismos producen, pegan esas partículas de tierra con sustancias cementantes que también fabrican, retienen el agua y los nutrientes a través de las sustancias húmicas que fabrican y disponibilizan los nutrientes para que las plantas los puedan tomar.

Hoy muchos productores entran en un círculo vicioso creyendo que la solución está en mayores dosis de fertilizantes, mayor uso de biocidas. El círculo se rompe cambiando de paradigma y no de insumos. El trabajo del productor tiene que ir en dirección a regenerar sus suelos; o sea generar un equilibrio biológico. Y esto se logra modificando ciertos manejos, reduciendo fertilizantes y biocidas de síntesis e incorporando consorcios microbianos, sustancias húmicas y aminoácidos libres, entre otros nuevos tipos de insumos. El principal objetivo deberá ser crear una estructura porosa estable en el suelo para que haya lugar donde guardar el oxígeno, el agua y el alimento para las células edáficas: los macro y micro organismos. Logrando esto, el resto es mucho más fácil.

Hoy existe en la Argentina, y específicamente en San Juan, la tecnología para lograrlo; y lo más interesante es que se obtiene una mejor relación costo-beneficio.

Productos como ácidos húmicos, microorganismos y aminoácidos, están disponibles para el productor en los comercios del sector a un costo sustancialmente inferior al de la fertilización tradicional que se viene realizando en los últimos tiempos, incluso suplantado la incorporación del guano.