José Salvador Alvarenga, el salvadoreño que sobrevivió 14 meses a bordo de un bote navegando a la deriva en el océano Pacífico, acaba de publicar su libro “Salvador” en donde cuenta el milagro y la proeza de su increíble historia de supervivencia. Sin embargo para él la pesadilla continúa: enfrenta una demanda de un millón de dólares de la familia de su compañero de naufragio, que lo acusa de habérselo comido.

 

El hombre fue entrevistado por el diario español El Mundo, y cuenta que todavía sueña en muchas ocasiones estar “atrapado en un mar abierto” y recuerda bien el día en que partió como si fuera ayer. “Era sábado. Yo debía partir con mi amigo Ray”, su compañero habitual de pesca. Pero por un imprevisto, no pudo presentarse y fue Ezequiel Córdoba, un joven mexicano de 22 años sin experiencia en alta mar, quien inició este viaje con él, aunque no lo pudo terminar.

 

Salvador era un pescador experimentado, conocía el mar, pero una tormenta empujada por “el norteño” -un viento de la zona- los sorprendió. Las olas zarandearon la embarcación durante varios días y el motor se rompió, recuerda. En ese momento comenzaron a naufragar y para sobrevivir almacenaron agua de lluvia y bebían orina y la sangre de las tortugas y gaviotas que atrapaban para comer. Pero Córdoba no pudo resistir la combinación de altas temperaturas y comida cruda, y murió a las cuatro semanas. Según explica en su libro, debió arrojar el cuerpo al agua.

 

Los familiares de Ezequiel aseguran que eso no pasó y lo acusan de canibalismo. Dicen que se comió a su compañero para salvarse y le exigen un millón de dólares en la demanda. El abogado del demandado, Ricardo Cucalón, aseguró que el sobreviviente no se comió el cuerpo del joven y acusó a la familia de Ezequiel Córdoba de querer las ganancias del libro que Salvador publicó.

 

En los meses que estuvo en el mar, Alvarenga recorrió más de 12.000 km. Se alimentó de animales marítimos que cazaba con un cuchillo y sus propias manos, entre ellos muchos peces, tortugas y hasta un pequeño tiburón.

 

Cuando lo encontraron, estaba deshidratado, había perdido más de 20 kilos de peso, con la piel escaldada y la barba larguísima. Sin embargo,  se encontraba en buen estado general y se recuperó. En ese momento habló con la prensa y dijo: “Estoy muy feliz de estar vivo. Recé cada día para seguir con vida, pensar en ello y en mi familia fue lo que me permitió sobrevivir tanto tiempo”.