Todavía conserva el recuerdo en sus retinas como si hubiese ocurrido ayer. Para él, es imposible reconocer que hayan pasado casi 62 años de aquella inolvidable hazaña lograda en el mejor momento de su vida. Orlando Jofré se propuso ganar esa tan deseada ‘Mendoza-San Juan‘ en el año 1951 a sus 18 años y lo logró. Lo hizo empujado por el amor propio que tenia por el ciclismo al que le dedicaba su tiempo como podía, siempre desde la humildad.
‘Ganar esa competencia fue lo mejor que me podía pasar. Es una carrera muy codiciada por todos y ganarla, de la forma que lo hice, es algo que nunca voy a olvidar‘ contó Orlando rodeado por sus hijos y nietos en su casa de Capital. Y sí, no es para menos. La edición de la ‘Mendoza-San Juan‘ del ’51 fue catalogada como la ’gran hazaña’, ya que Jofré logró escaparse en el Borbollón y desde ese pasaje mendocino transitó en solitario las rutas sanjuaninas y llegó con una diferencia de más de tres minutos al velódromo del Parque de Mayo, algo que nadie pudo repetir. Además, lo hizo en tiempo récord. Utilizó 4h55m30s cuando en las anteriores ediciones el tiempo no bajaba de las 5h30m. Por todo esto, Jofré quedó en la historia y decidió repasarlo una y otra vez: ‘Le dije a mi hermano que me iba a preparar para esa competencia. Ese sábado viajé en el auto de un amigo y dormí para estar bien preparado. Al poco andar, en el Borbollón, se cortó el pelotón por un charco de agua. En ese tiempo eran huellas de camiones por donde se transitaba. Fui el último que me paré y recuerdo que me fui por el costado y los pasé. Me seguían a fondo pero yo no aflojaba. Si pinchaba sonaba. Al llegar a Media Agua otra vez había un corte por el agua, así que me eché la bicicleta al hombro y pasé. Después en Carpintería, donde comenzaba el pavimento, estiré la diferencia con la que llegué al velódromo‘, rememoró el ciclista que el próximo jueves cumplirá 80 años.
Orlando lo recuerda como su mejor logro. El sacrificio es una marca registrada en su vida. A sus 11 años, perdió a su papá y tuvo que dejar el estudio para buscar trabajo y poder sostener a su madre y sus 8 hermanos. Cuenta que hizo de todo en su vida, desde trabajar en la cosecha de cebolla y uva hasta ser ayudante de albañil. Todo para ganarse su moneda. Con brillo en sus ojos recordó que el día que ganó la Clásica llevaba apenas unos sándwiches de queso y dos caramañolas con yerbeado preparado por su madre. Con eso, le alcanzó para dejar sentado su nombre en las páginas gloriosas del ciclismo sanjuanino.