Recientemente, el Papa Benedicto XVI, en su discurso a los miembros del Tribunal de la Rota Romana (el tribunal eclesiástico de mayor nivel en la Santa Sede) ha recordado la importancia de la fe para el éxito de la vida matrimonial. El Santo Padre subrayó que la falta de fe ocasiona una crisis en la unión conyugal, añadiendo que el rechazo de la propuesta de Dios lleva a un profundo desequilibrio en todas las relaciones humanas.

Concretamente, el Santo Padre señala que "la carencia de fe puede herir los bienes del matrimonio: procreatividad, fidelidad conyugal e indisolubilidad" (los tres bienes del matrimonio mencionados por San Agustín).

"El vínculo esponsal, aunque sea realidad natural, entre los bautizados fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento". "La fe en Dios, sostenida por la gracia divina, es por lo tanto, un elemento muy importante para vivir la dedicación mutua y la fidelidad conyugal".

"No se pretende con esto afirmar que la fidelidad, como las otras propiedades, no sean posibles en el matrimonio natural entre los no bautizados. De hecho, éste no se encuentra desprovisto de bienes que proceden de Dios Creador y se insertan de forma incoativa en el amor esponsal que une a Cristo con la Iglesia. Pero, por supuesto, el cerrarse a Dios o el rechazo de la dimensión sagrada de la unión conyugal y su valor en el orden de la gracia hacen ardua la encarnación concreta del altísimo modelo de matrimonio concebido por la Iglesia, según el plan de Dios, pudiendo llegar a socavar la validez misma del pacto, cuando se traduzca en un rechazo del principio de la obligación conyugal de fidelidad o de los otros elementos o propiedades esenciales del matrimonio".

"Tertuliano, en su famosa Carta a la esposa, hablando de la vida matrimonial marcada por la fe, escribe que las parejas cristianas son verdaderamente dos en una sola carne y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos oran, juntos se postran y ayunan juntos, cada uno enseña al otro, el uno honra al otro, el que sabe sostiene al otro".

"Los santos que han vivido la unión matrimonial y familiar desde una perspectiva cristiana, fueron capaces de superar incluso las situaciones más adversas, logrando la santificación del cónyuge y los hijos con un amor que se ve reforzado por una sólida fe en Dios, una sincera piedad religiosa y una intensa vida sacramental".

Por último, el Papa se lamentó que "la cultura contemporánea, marcada por un fuerte subjetivismo y un relativismo ético y religioso plantea serios retos a la persona y a la familia. En primer lugar, el de la capacidad misma del ser humano para unirse, y el de si una unión que dure toda la vida es realmente posible".

En este Año de la fe que estamos transcurriendo, que bueno sería que los matrimonios católicos nos "abramos a la luz de la fe en el Señor: "El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí no pueden hacer nada", decía Jesús a sus discípulos (Jn 15), recordándoles la incapacidad sustancial del ser humano para efectuar, sólo por sí mismo, lo que es necesario para el verdadero bien". La roca, el cimiento, sobre el que hay que construir la casa del matrimonio es Cristo; entonces, ninguna tormenta ni tempestad podrá derrumbarlo (Mt 7,24-27).

(*) Profesor. Bioquímico. Escritor. Instructor de métodos naturales de planificación de la familia.