Son las señales del destino. Momentos, instantes, que marcan un antes y un después en la vida de cada uno. Y claro, ese destino le guiñó el ojo a un Huracán que no era favorito, que venía de punto, que llegaba desde la B Nacional, para terminar gozando como nunca ante un Rosario Central que no dio la estatura nunca y ser el nuevo campeón de la Copa Argentina. La finalísima, jugada con un gran marco -que fue realmente mejor que el propio partido- no entregó un juego de nivel excepcional ni nada parecido. Huracán, sabiendo que venía de atrás en esta carrera
final, acertó en saber potenciar al máximo sus virtudes, mientras que Central nunca encontró el camino como para concretar lo que en la previa prometía. Así, lo mejor de la final se dio en el final, curiosamente, cuando el arquero Marcos Díaz se erigió como el soporte de todas las esperanzas de Huracán para revertir una serie de penales que los tenía en doble desventaja y ganarla 5-4 (0-0 en los 90’). Primero, se estiró contra su palo izquierdo para sacarle una pelota tremenda a su colega Mauricio Caranta, después, esperó hasta el instante final a Javier Correa para sacar con mano cambiada el último y séptimo penal de la serie que decía que Huracán era el nuevo campeón.
En el juego, no se sacaron ventajas. Es que Rosario intentó hacerse dueño de la pelota, pero Huracán le respondió con orden, mucha concentración y una vigorosa entrega física. Así, el partido nunca terminó de armarse y si bien el Canalla fue a buscar, chocó contra su propia impotencia en esos primeros 45 minutos de final.
En el complemento, Central encontró algo de frescura con el ingreso de Antonio Medina pero lentamente fue cayendo en su propia impotencia para terminar yendo con centros repetidos que le facilitaron todo a Huracán. El Globito, de contra y sabiendo de la ansiedad rosarina, casi lo pudo definir en los 90’ cuando Abila le ganó a su marcador, definió fuerte pero no pudo con el anticipo de Caranta que había achicado bien el arco.
Quedaba poco para jugar y mucho por disputar todavía. Central probó con el resto que tenía en el banco pero jamás pudo poner un jugador cara a cara contra Díaz. Huracán entendió que lo suyo ya estaba hecho y esperó con paciencia y convicción el momento de los penales. Ahí, gigantesco como el aliento de los hinchas del Quemero, el arquero Marcos Díaz se adueñó de las fotos y de la película del final. Tapó dos penales decisivos pero antes había visto como sus compañeros se jugaban el resto en cada pelota.
Huracán volvió a ser grande en una noche inolvidable en San Juan. No era favorito, venía de punto sabiendo que Central tenía todo para ganar pero con Díaz como bandera, el Globito vivió uno de esas noches cargadas de gloria que no se olvidarán jamás.