La enseñanza desde la escuela primaria en adelante abre oportunidades a todos los ciudadanos de desarrollarse en lo personal para conseguir trabajos bien remunerados o bien trabajar en emprendimientos propios.

En muchas de las discusiones planteadas desde lo político surge, el tema del "mérito” o la "meritocracia”, si eso es bueno o es malo, si lo aplicamos o lo dejamos de lado. Pero antes de avanzar en el tema debemos definir que es el mérito y que es la meritocracia: "El mérito” es la acción que convierte a una persona en digna de un premio o de un castigo. El término, procedente del latín meritum, refiere a aquello que justifica un reconocimiento o un logro o que explica un fracaso; por otro lado, "La meritocracia”, es un sistema basado en el mérito. Esto es, las posiciones jerarquizadas son conquistadas con base al merecimiento, en virtud, del talento, educación, competencia o aptitud específica para un determinado puesto de trabajo. 

Ahora bien, parecería que en nuestro país el mérito y la meritocracia se perdieron hace muchas décadas, casi 80 años donde todo esfuerzo empezó a quedar atrás dando paso al amiguismo, el nepotismo, relaciones de poder, usando el lobby político como camino al "éxito” y dejando de lado los valores personales, el esfuerzo propio y sobre todo la cultura del trabajo.

Toda esta pérdida de principios y valores comienza a finales de la década de 1940 y principios de 1950, donde para obtener un préstamo o un trabajo en el estado debías afiliarte al partido gobernante. Sin ir tan lejos en el tiempo, en los gobiernos pasados si los jóvenes no pertenecían a la agrupación política "La Cámpora”, no conseguían empleo en el estado y por lógica esta política del "amiguismo”, llevó a saturar de empleados el estado.

Hoy, familias enteras trabajan en el estado y la pregunta es: ¿Y cuál fue el mérito de ellos para conseguir ese empleo?. La respuesta es clara y penosa, el único mérito de toda esa masa laboral es estar afiliados o ser simpatizantes del partido gobernante o tener algún familiar o amigo en el estado o en los sindicatos, que, por cierto, estos último responden a una afiliación partidaria.

La meritocracia tiene cabida en las sociedades donde se privilegian las libertades y se establece la igualdad en derechos.

El valor del esfuerzo

Debemos desde muy temprano aprender que el placer, el éxito, y la felicidad no son aspectos que se den por sentados o que se regalen, sino que exigen de esfuerzo por parte de quienes los persiguen. Aquello que vale la pena, por lo general, precisa de tiempo y sacrificio para ser alcanzado. Es entonces que toma relevancia el concepto del mérito, que se relaciona con el merecimiento de quien obtiene un determinado bien o disfruta de una condición favorable. La meritocracia tiene cabida en las sociedades donde se privilegian las libertades y se establece la igualdad en derechos.

La Meritocracia, también a provocado una grieta en nuestra sociedad ya que muchos atribuyen esto a las "clases ricas” y más conservadoras en desmedro de los que menos tienen o "clases pobres”; lejos de la realidad y una falacia total este tipo de argumentos.

La idiosincracia

Nuestra propia idiosincrasia parece haber cambiado ya que "caló muy profundo” aquellos dichos del Martín Fierro que sostenían que: "Hacete amigo del Juez, No le dés de que quejarse; Y cuando quiera enojarse, Vos te debes encojer, Pues siempre es gueno tener Palenque ande ir á rascarse.”. Algo de esto se refleja en nuestra visión del éxito económico como ilícito, por ejemplo: "nadie hace dinero trabajando”, la identificación del "empresario con el villano” o la creencia de que el Estado tiene que garantizar el bienestar apropiado indebidamente por ese "empresario villano”, sostiene el economista Eduardo Levy Yeyati. 

Bajo el supuesto meritocrático, los sujetos que aprovechen sus talentos y habilidades destacarán en diferentes actividades de desempeño, siempre y cuando, trabajen lo suficientemente duro para ello. Por supuesto, considero que la cultura del esfuerzo es uno de los pilares sobre los cuales debemos construir un paradigma de principios y valores. Es sano que los niños cuenten con sueños por cumplir; es razonable que la juventud anhele mejores prospectivas de futuro; los trabajadores tienen todo el derecho a pensar en ascensos e incrementos salariales; y las personas mayores merecen una vida productiva y feliz. Sin aspiraciones, la humanidad jamás hubiese evolucionado. 

La voluntad de hacer

Los avances científicos y tecnológicos nos son posibles donde no hay interés por explorar para comprender el universo y descubrir cosas nuevas; sin ganas de trascender, las grandes empresas que hemos realizado como especie no hubieran sido factibles. La voluntad por hacer, junto al talento y la colaboración permitieron estas proezas tan importantes para los seres humanos. Ahí está el mérito en su máxima expresión. Pero para lograr todo esto debemos crear y mantener en el tiempo una política de estado en materia de educación, porque solo la enseñanza desde la escuela primaria nos iguala a todos y nos brinda posibilidades a todos los que nacemos en este bendito país.

"Todo, absolutamente todo, comienza en los humildes bancos de una escuela” (Domingo Faustino Sarmiento).

 

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista