Khalil Rafati estuvo a punto de morir en 2001. Vivía en la calle, era drogadicto y una sobredosis de heroína en una fiesta de Malibú casi le cuesta la vida. Tocó fondo y pasó dos años en la cárcel. Se esforzó para salir de ese agujero y cambiar su vida por completo. Quince años más tarde, Khalil es un millonario hombre de negocios gracias al éxito de sus zumos caseros. 

 

 

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Una foto publicada por I Forgot to Die, Khalil Rafati (@iforgottodiebook) el

 

En la década del 90 se trasladó a Los Ángeles para llevar un negocio de venta de automóviles. Las drogas se cruzaron en su camino y lo perdió todo. Pero pudo desintoxicarse y triunfar en los negocios. 

Su historia se convirtió en un libro: ‘I forgot to die’ (‘Se me olvidó morir’). Con esta obra pretende ayudar a otros que hayan perdido la esperanza de triunfar, como le pasó a él cuando consumía heroína. “Yo toqué el fondo de los fondos, no podía llegar más abajo”, comenta el protagonista en una entrevista con The New York Times. 

 

 

El hombre cuenta que en el 2003 fue cuando peor la pasó. Tenía 33 años, pesaba 49 kilos y vivía en la calle, perdido en la heroína y la cocaína, sin un lugar a dónde ir: ‘Me sentía siempre agotado, sin energía. La depresión era diaria, no podía salir’, cuenta. 

Pero un día un viejo amigo lo empezó a alejar de las drogas y así fue que fundó Riviera, un centro de transición para drogadictos y alcohólicos. Sin embargo, el momento en que realmente cambió las cosas fue cuando un amigo lo introdujo en el mundo de los ‘zumos y superalimentos’. Poco después comenzó a hacer sus propios batidos y a venderlos: ‘Los hacía para fortalecer a los pacientes’, explica. Y agrega: ‘Así les daba un poco de la fuerza que tanto necesitaban’. 

‘Me sentía siempre agotado, sin energía. La depresión era diaria, no podía salir’, cuenta. 

Pero estos batidos no solo eran buenos para sus pacientes, eran tan deliciosos que los residentes de todo Malibú comenzaron a comprarlos. ‘Así que mucha gente iba al centro de recuperación solo para disfrutar de uno de mis batidos’, comenta. ‘Incluso llegó a ser un poco raro, ya que muchas de esas personas no eran parte del programa’.

 

 

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Al ver que tenía un gran producto entre las manos, Rafati se atrevió a pedir un préstamo bancario para abrir su propio negocio. Con trabajo, ilusión y dedicación fue expandiendo su emprendimiento hasta tener su propia cadena, SunLife Organics, con seis locales en Los Ángeles. 

Para seguir ayudando a la gente que quiere salir del mundo de las drogas, Khalil Rafati contrata en sus locales a personas que están en la situación por la que él pasó antes.

 

Fuente: Clarín