El dato alarmante saltó en la escuela, cuando el chico tenía 10 años y protagonizó dos peleas con otros alumnos: entonces lo vieron ‘sacado’, totalmente descontrolado, con los ojos enrojecidos. En esas situaciones nadie le quitaba sus ansias pelear y por eso fue necesario llamar a su mamá. Cuando la mujer lo vio, lo abrazó y el niño lloró amargamente. Más tarde, ya en casa, fue la suegra de la mamá la que sacó a la luz la causa de tan violento malestar: en un momento, le preguntó al niño si lo habían abusado y cuando el menor quiso saber qué significaba eso, le dieron una idea cabal del asunto. Ahí bajó la vista, lloró y le contó que sí, que su tío lo había abusado.
El relato por poco no causó un desmayo en su madre cuando se enteró de boca de su propio hijo que, en realidad, los abusos habían sido tres: cuando tenía 6 años en la casa de su abuela y otras dos (en una tenía 9 y en la otra 10 años) en las que fue a quedarse al domicilio del sospechoso.
Entonces supo porque a veces su hijo le pedía salir a caminar para que le pasara la bronca.
Fue en ese momento también, en abril de 2013, que se topó con actitudes que no esperaba y la indignaron, como que el padre del sospechoso le ofrecieran plata para que no siguiera con la denuncia y se fuera de la provincia.
Pero no, a pesar de su necesidades económicas, la mujer siguió adelante con el caso porque quería justicia.
Las pericias médicas y las psicológicas en el niño, terminaron por confirmar que los abusos habían provocado un gran daño psíquico en el menor, que tenía ideas de muerte y la recurrente pesadilla de los ultrajes sexuales que no lo dejaba vivir.
Cuando el caso llegó a juicio, el acusado (no identificado para proteger al menor) admitió su responsabilidad y aceptó una pena de 9 años y 3 meses al firmar un acuerdo de juicio abreviado con el fiscal Gustavo Manini, a través de su defensor Francisco Micheltorena.
El juez Raúl José Iglesias (Sala I, Cámara Penal) aceptó el acuerdo, pero condenó al acusado a 9 años de cárcel por dos hechos. En el primero, entendió que debe ser la justicia de Menores quien decida si condena o no, porque el acusado era menor (tenía 16 años) al cometer el primer ultraje.