La llegada de los últimos meses del año nos enfrenta a un exceso de tareas y eventos emocionalmente movilizantes a los que se suman el desgaste y cansancio acumulado durante el año.  Este escenario nos expone al riesgo de sufrir estrés y a un aumento de los niveles de ansiedad con sus consecuentes repercusiones anímicas y físicas".    

 

El estrés de fin de año no es exclusivo de una categoría determinada, sin embargo, es real que en ocasiones quienes más lo sufren son los adultos que se encuentran sometidos a las presiones del trabajo, evaluaciones de desempeño que no siempre dan los resultados esperados, incertidumbre laboral respecto de las metas incumplidas, obligaciones vinculadas a los hijos, actos escolares, despedidas, programar los gastos para la cena de Navidad y Año Nuevo, las vacaciones, etc. Todo esto lleva a que en ocasiones surjan síntomas como irritabilidad, agotamiento, insomnio, somatizaciones, ansiedad, disminución de la atención y de la tolerancia a la presión, entre otros.   

 

 

Para los estudiantes también resulta una época particularmente estresante por la presión que conllevan los exámenes finales y el cansancio propio de los últimos meses del año. Aquellas personas que han sufrido la pérdida reciente de seres queridos o que se encuentran cursando una enfermedad de gravedad suelen también ser parte de la población más vulnerable a sufrirlo. Hay personas para quienes Navidad y Fin de año significan una gran carga emocional ya que recuerdan seres queridos que ya no están lo cual los lleva a vivirlo con melancolía y tristeza. En la mayoría de los casos no logran conectarse con el espíritu festivo que caracteriza a otras personas en esta época del año.

 

Un aspecto importante a considerar es la presión por celebrar y vivir alegremente esta época festiva. La disposición de cada persona se ve influenciada entre otras cosas por su personalidad, por el balance positivo o negativo que pueda realizar y por los acontecimientos suscitados a lo largo del año. 
Se trata de un periodo de balances, de reflexión respecto de aquellas metas que se lograron y aquellas que aún no, a lo cual se suma que ya no queda tiempo para seguir postergando nada.

 

En muchos casos se da una carrera por alcanzar los objetivos incumplidos y en ese intento la persona se sobrecarga con muchas tareas que le demandan mucho tiempo a lo cual se suman el resto de actividades como actos escolares de los hijos, reuniones de trabajo, programar las vacaciones, organizar actividades para los chicos que dejan de asistir al colegio y demandan más tiempo de los papás. Todas estas actividades conllevan en ocasiones agotamiento a lo que se suma el mal humor, irritabilidad, ansiedad y en ocasiones tristeza y abatimiento.

 

 

Algunas personas sienten que ya no cuentan con la oportunidad de postergar actividades a lo cual se suma la pérdida de la sensación de tener el control de tales eventos, esto lleva, en algunos casos a desarrollar cuadros de estrés que de adquirir gravedad requieren la consulta al especialista. 
Efectuar un balance anual permite reflexionar sobre aquellas metas que fueron logradas, las que no y los motivos que llevaron a no concretar estas últimas. De esta manera la persona puede efectuar un aprendizaje de los errores cometidos y establecer metas realistas para el año siguiente. 

 

Los balances siempre son necesarios, sin embargo, no todas las personas se permiten un grado saludable de indulgencia frente a sus equivocaciones lo cual genera, en ocasiones sentimientos de tristeza, desgano e incapacidad. Trabajar sobre esto resulta importante para no caer en la pasividad y avanzar en la consecución de metas futuras. 

 

 

Entre las pautas para mitigar el estrés pueden mencionarse:

 

–    Bajar los niveles de ansiedad realizando actividades de esparcimiento, pasatiempos y/o actividad física (teniendo en cuenta los horarios recomendados, cuidándose de las altas temperaturas).

 

–    No sobrecargarse de tareas y actividades. Establecer prioridades y realizar las tareas impostergables evitando hacer todo a la vez. 

 

–    Ser más flexibles en nuestro pensamiento, no “todo” cierra con la culminación del año y se puede continuar trabajando sobre los objetivos personales (modificaciones de conducta, decisiones vocacionales, proyectos, etc.).

 

–    Evitar centrar la atención en aspectos que predispongan negativamente y favorezcan la pasividad.

 

–    Revisar el estilo de vida tomando consciencia de los factores que favorecen el estrés en nuestra vida.

 

–    Alimentarse e hidratarse adecuadamente.

 

–    Dormir por lo menos 8 horas diarias.

 

–    Mantener un diálogo abierto y sincero tanto en el ámbito familiar como laboral. 

 

–    No comprometerse en actividades cuyas exigencias superen las propias posibilidades de realización.

 

Colaboración: Por la Licenciada en Psicología Natalia Mestre (MP 836) / Contacto:  lic.mestre@gmail.com