En Venezuela casi no existen medios de comunicación independientes. De las nueve cadenas de televisión cinco son del Estado o mejor dicho del Gobierno, ya que son usadas para hacer propaganda a favor del chavismo y donde el gobernador Capriles sólo consigue algunos minutos de crítica. Del resto de televisoras, la única crítica es Globovisión, cuyo propietario mayoritario, anunció desde el exilio, que ya la puso a la venta; mientras se sabe que el comprador es un allegado del chavismo. Otros medios privados, como muchas radioemisoras, si no se ajustan a la pauta oficial, corren el riesgo de ser cerradas, como ya le ocurrió a varias decenas de ellas, por lo que la autocensura a favor del régimen bolivariano es galopante.
Es muy poco probable que en 15 días hábiles de campaña, Enrique Capriles pueda hacer mucho por su postulación a la presidencia de Venezuela. La campaña continuada de Nicolás Maduro, la movilización de las bases del chavismo, el duelo por la muerte de Hugo Chávez y la revitalización de su imagen en el marketing popular, ayudan para que la fuerte crisis económica, la inflación, el desempleo y el desabastecimiento de productos básicos pasen por ahora desapercibidas o para hacer ver que el problema de la inseguridad perteneció a un gobierno del pasado, como si no se tratara del mismo.
Será muy difícil que Capriles pueda sobreponerse a la gran mentira del chavismo, por ejemplo de violar la Constitución nacional con un presidente encargado por el solo hecho de que Chávez lo designó su sucesor y de haber creído en un Chávez que en plena campaña de octubre pasado dijo que estaba curado del cáncer, y quedar en igualdad de condiciones para tratar de acceder a la Presidencia venezolana.
De esa forma, como lo hicieron otros regímenes populistas en el mundo -al contrario del pensamiento sublime de los egipcios sobre la trascendencia de la vida en el más allá- el movimiento chavista se aprovecha de la inercia de las masas para instalar a un Chávez eterno, que le sirva de combustible y oxígeno para todos sus fines terrenales.
Es probable que la figura de Chávez le alcance al chavismo para mantener el poder, especialmente porque 30 días es un lapso muy escaso para llamar a elecciones, en el que el duelo y las emociones siguen siendo reivindicados por el gobierno no solo como armas de respeto, sino también de propaganda proselitista. Lo que debe preocupar a los venezolanos es el futuro incierto. La profunda crisis económica en la que Chávez dejó sumida a Venezuela puede jugar un papel clave y pudiera ser un punto de inflexión en la política venezolana. El autoritarismo, como el de Cuba, puede ser la única fórmula capaz de mantener la cohesión política cuando la economía falla, pero aun así, ni la Unión Soviética pudo sobrevivir a la presión económica.