A medida que el fenómeno de la inmigración de personas procedentes de países en guerra o afectados por otros conflictos políticos o sociales sigue en aumento, haciendo que el número de refugiados sea cada vez mayor en los distintos países elegidos como destino, el problema de la contención de esos grupos se sigue agravando en las grandes capitales, donde por estos días se observan verdaderas multitudes ocupando las calles y otros ámbitos que son utilizados para pernoctar en espera de un sitio donde ubicarse, que cada vez es más difícil de conseguir. La situación más grave es la que vive la ciudad de Londres, donde en los últimos tres meses, debido a una medida del gobierno británico de reducir el tiempo en que se proporciona alojamiento a los refugiados, ha provocado un gran aumento de personas que duermen en las calles. Este problema, evidentemente, se va a agravar a medida que pase el tiempo por lo que se calcula que dentro de poco habrá unos 50.000 refugiados durmiendo en las calles de esa capital.
Otras ciudades que adolecen el mismo problema son las que más refugiados han recibido en los últimos meses y que ahora afrontan el reclamo de los propios ciudadanos, lo que genera una situación muy tensa. Entre esas capitales está Bruselas, Ankara, Berlín, París y en el continente americano Nueva York y Bogotá. La ciudad norteamericana se ha visto avasallada en estas últimas semanas por un inusual número de inmigrantes que ante la falta de contención están invadiendo calles céntricas y centros de ayuda alimentaria.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contabilizó el año pasado casi 90 millones de personas desplazas por la fuerza, que han salido de países conflictivos para trasladarse hacia las grandes capitales del mundo, considerando que en ellas encontrarán nuevas posibilidades de mejorar la calidad de vida que han tenido hasta ahora en sus países de origen. Este desplazamiento de personas totaliza la cifra más alta registrada en mucho tiempo, precisamente después de la Segunda Guerra Mundial. De estas personas hay unos 28 millones de refugiados, más de la mitad menores de 18 años, y millones de personas apátridas, a las que se les ha negado una nacionalidad y acceso a derechos básicos como la salud, la educación, el empleo o la libertad de movimiento.
Más de dos tercios de todas las personas refugiadas en el extranjero proceden de países como Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar, que son, precisamente, las naciones con mayor índice de violencia y donde los derechos humanos prácticamente han desaparecido.
El problema que sigue agravándose no tendrá una solución si los países más desarrollados o elegidos como principales destinos no activan un plan de acción en común que apunte a solucionar los problemas que provocan inestabilidad en los países de origen. De seguir permitiendo gobiernos dictatoriales, guerrilla urbana, la suspensión de los derechos civiles y constitucionales y el aumento de la pobreza, la inmigración continuará hasta alcanzar niveles incontrolables.