Habitualmente, una conciliación obligatoria abre un paréntesis en un conflicto laboral para que las partes encuentren una solución al problema. Si eso es lo que se busca en el caso de la minera Vale, en conciliación hasta el 11 de abril a raíz de su abandono del proyecto de Potasio de Río Colorado, habrá que admitir que no se evaluó con corrección la verdadera dimensión de un conflicto que excede lo laboral.

Vistos los sucesos de, por lo menos, los últimos trece meses, Vale es solamente un capítulo -enorme, doloroso, pero capítulo al fin- de una relación bilateral en la que Brasil comienza a evidenciar un inocultable cansancio por las actitudes de su subordinado socio regional. Desde un gobierno que no termina de acostumbrarse a las críticas internas por una actitud supuestamente ‘blanda‘ con su par de la Argentina, hasta un empresariado que ya afirma públicamente ser el blanco principal de las restricciones a las importaciones dispuestas en Buenos Aires. Pasando por el desconcierto de turistas que en El Calafate, Puerto Madero o Las Leñas no saben cuántos pesos pueden comprar con cien reales. ¿260? ¿450? Todo es posible y algo puede pasar de ser caro a barato, o viceversa.

Corrida por la urgencia, quizás la opinión pública argentina no haya considerado la situación de Vale en el contexto de un repliegue de las inversiones brasileñas en el país. Después de hacer pie y dominar los principales sectores de la economía local a lo largo de los últimos quince años, los capitales brasileños están pegando un viraje preocupante: Lo que es Vale en Mendoza lo fueron en Santa Fe, quizás en una dimensión menor, el cierre del frigorífico Swift de Venado Tuerto y la ¿reapertura? simbólica de Paraná Metal en Villa Constitución, con el despido del 85% del personal.

Algunos hechos ocurridos en Brasil en los últimos días ilustran cabalmente cómo cambiaron las cosas respecto de tiempos no tan lejanos, cuando desde uno y otro lado de la frontera se celebraba que ‘lo único que nos separa es el fútbol‘. La sesión en el Senado para aprobar la designación de Everton Vieira Vargas como nuevo embajador en Buenos Aires se extendió más de lo previsto, con duros cuestionamientos a la política comercial del kirchnerismo de los legisladores, incluso los del oficialista PT.

Una cuestión que tradicionalmente no pasaba de un mero trámite se transformó en un debate no sólo de la ‘preocupante‘ situación argentina sino de cómo Brasil debía encarar la relación bilateral. En ese contexto, se entiende que la postergación de la cumbre presidencial fue por mucho más que el fallecimiento de Hugo Chávez. Mucho más inquietos están los empresarios en Sao Paulo y lo expresan con una dureza poco frecuente. Roberto Giannetti da Fonseca, vicepresidente de la Asociación Comercio Exterior del Brasil no anduvo con vueltas: ‘el problema es que nuestro principal socio del Mercosur juega contra sus propios intereses‘, sentenció.

Se podrá coincidir con el viejo consejo de Arturo Jauretche de no hacerle caso al manual del buen cliente escrito por el almacenero, pero en este caso es precisamente el almacenero el que se lleva a Vale, Petrobras, JBS y Randon, entre otras. Fonseca se hizo eco del malestar de sus colegas al señalar que en la relación comercial con la Argentina ‘las normas no están escritas‘, en una directa referencia al ágrafo secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a quien en más de una ocasión los medios periodísticos del vecino país presentan como ‘ministro‘. Y la protesta se apoyó en estadísticas: en Brasil aseguran que sus exportaciones a la Argentina cayeron en 2012 un 18%, unos 5 mil millones de dólares, mientras que las de EEUU aumentaron un 9% y las de Holanda un 160%. Como en todo reclamo, se valen de un dato extremo, como el de las exportaciones de cocinas, que pasaron de 103.502 unidades en 2007 a apenas 110 en 2012, una caída del 99,89% en cinco años. Suficiente como para que los industriales paulistas lleguen a la conclusión de que son ellos el blanco exclusivo de las restricciones comerciales argentinas. De todos modos, el agua no llegará al río por más de una razón, entre las que hay dos de peso. La Argentina no puede prescindir de un mercado ampliado del que vive hace casi dos décadas y Brasil no resignará su pretensión de mostrarse al mundo como líder regional. Pero para mantener ese matrimonio por conveniencia, hace falta algo más que los buenos oficios del Ministerio de Trabajo.