En los últimos días la opinión pública ha asistido a un debate impensado sobre la modificación de la ley de matrimonio, lo que no sólo tomó por sorpresa a los argentinos sino que además tiene una media sanción en diputados. Al respecto y sin entrar en tema de fondo me cabe una reflexión sobre el actuar de los diputados en su totalidad, recayendo mayor responsabilidad sobre los que la aprobaron.

En las últimas elecciones, en las que me presenté como candidato a diputado nacional por la UCR, ni en las anteriores ningún partido político, ni siquiera el mío, puso a consideración en su propuesta electoral este tema. Es por ello que dado lo trascendente del mismo creo encontrarme ante una estafa electoral pues ningún argentino votó esta propuesta, y en esta república representativa nuestros representantes deben llevar la opinión de sus votantes y para ello deben proponer el tema en la etapa electoral pertinente.

Ningún partido político puede en este tema soslayar la opinión de los ciudadanos, y menos tratarnos irrespetuosamente bajo la fachada de que se da libertad en el voto para que cada representante vote de acuerdo a su conciencia, nadie ha otorgado en este tema como en ninguno que involucre la forma de vida de los argentinos un cheque en blanco para que cada representante (diputado o senador) actúe según su conciencia, carece de interés para la sociedad que piensan los legisladores en este tema son ellos quienes debieron recabar nuestra opinión antes de la elección o esperar una próxima elección para proponer este cambio en las reglas básicas de la sociedad.

Lo contrario sería suponer que la conciencia de un diputado es la conciencia de los ciudadanos.

Es necesario advertir que aun en las audiencias públicas que el Senado de la Nación ha programado a fin de poner un paño frío a tremendo engaño electoral, no sustituyen en nada la opinión total y vinculante que debe tener el pueblo de la Nación en el tema, pues los que están a favor o en contra sólo son los que concurrieron a esa audiencia. Y el tema en cuestión que hoy divide a los argentinos que están enterados por la opinión de las conciencias de los diputados nacionales debe ser tratado por todos los argentinos y sólo puede ser posible por medio de una consulta electoral convocada al efecto, siendo esta consulta insustituible por una audiencia y menos por el voto de algún iluminado de turno. Ir a la audiencia para opinar a favor o en contra es ser cómplice de esta estafa y un tema tan trascendental estoy seguro que aun los que se verían beneficiados por esta ley no estarán de acuerdo en sacarla por la ventana y sin la opinión de los argentinos que en su quehacer diario aceptaran este nuevo sistema de unión civil.

Es por ello que solicito a los senadores que parecen por lo menor tener más prudencia en la legislación que los diputados que votan en la urgencia mediática, pospongan el tema hasta tanto se convoque a una consulta popular donde cada argentino estemos informados verídicamente de lo que se quiere modificar en la célula de la sociedad, y no por slogans de quienes están a favor o en contra.

Si aceptamos esta metodología pronto nos encontraremos también en este sistema con leyes sobre el aborto o la pena de muerte.

Los conocedores de la sociología saben que las sociedades modifica leyes pero las leyes nunca modifican sociedades.