San Juan.- Cristian Sánchez es hincha de Sportivo desde la panza de su mamá. Su familia siempre estuvo ligada al club, por lo su destino estaba marcado. Sin embargo, cuando tenía 5 años, un hecho lo marcó a fuego. “Yo tenía un quiste entre corazón y pulmón, y me tenían que operar. Todos los jugadores de Desamparados me donaron sangre, me inyectaron sangre verde y blanca”, dijo a DIARIO DE CUYO. Es decir, por sus venas corre sangre puyutana de la manera más literal posible. 

 

 

Sin embargo, así como ese día ‘vivió’ por sus colores, años más tarde esa pasión casi le cuesta la vida. “En 1996, Sportivo tenía que viajar a Resistencia. Los jugadores estaban por  salir  del club. Jugábamos con Chaco For Ever. Estaban guardando los bolsos y me metí en la bodega del colectivo. Fue muy loco. Me iba aturdiendo con el ruido del motor y me estaba asfixiando. Empecé a golpear desesperado para que me abrieran. Uno de los choferes escuchó los golpes y se detuvo. Bajaron los jugadores. Miguel Arrieta me sacó medio muerto y entre todos me subieron el colectivo”, sostuvo.

Cristian no era consciente del peligro que implicaba viajar así. “No sabía lo  que hacía, sólo quería ver a mi amor, a mi club. No imaginé que podía llegar a morirme. En ese momento ni sabía donde quedaba Resistencia. Encima perdimos 7 a 1”, recordó con humor. 

 

 

Pero su amor por Desamparados no se limita a ir a la cancha y dejar la garganta en la tribuna. Su pasión va mucho más. “Yo todas las tardes laburo en el club. Ahora estoy haciendo un jardín, pintando. Hago todo lo que haga falta, gratis”, indicó este hombre que vive de lo que gana trabajando en el Centro Cívico.  

 

Con respecto a la máxima alegría que el Víbora le dio, no lo duda un segundo. El ascenso a la B Nacional, aquella noche de 2011 en Tucumán, frente a San Martín. Con la mayor tristeza como hincha ocurre algo similar. No necesita pensar demasiado para recordarla. “Los dos descensos en seis meses”, dijo y la sonrisa se le borró del rostro. 

 

Como suele ocurrir con casi todos los fanáticos futboleros, un resultado modifica el humor de la semana. “No me importa ganar medio a cero, jugando mal. Yo quiero que los 3 puntos queden en casa. Si perdemos, sopita y a la cama”, agregó. 

 

Separado, con tres hijos y dos nietos, sabe que la semilla de la pasión ya germinó. “Siempre van a la cancha, son fanáticos. ¿Qué es Desamparados para mí? Todo, mi vida”.