Fueron episodios bastante inusuales en el comportamiento de esa niña de 11 años (empezó a orinarse sobre su ropa, en la escuela y en su casa), lo que llevó a su mamá a buscar respuestas en su propia hija y también en las psicólogas que intervenían en su tratamiento desde hacía tres años, pues sufre un retraso mental y otros trastornos que repercutían en su vida diaria, como su desempeño escolar. De la propia niña no obtuvo respuesta, pero lo que descubrieron las profesionales resultó muy chocante, indignante y desagradable: durante el abordaje, la menor no apeló a la palabra para decir lo que le pasaba, pero cuando le propusieron dibujar o jugar con muñecos que simulaban ser personas (técnicas muy difundidas en psicología), empezó a representar situaciones de claro tinte sexual entre un padre y su hija: besos, tocamientos, intentos de acceso carnal.

Ya ante una psicóloga del Poder Judicial fue más contundente y se animó a decir que todo eso de los dibujos y el juego con los muñecos le había pasado a ella y señaló a su papá como autor de esos ataques, indicaron fuentes judiciales.

Para entonces su madre, que ya estaba separada de su padre, había denunciado esas agresiones sexuales y el 2 de mayo de 2019 sumó también otro reclamo de investigación contra su ex, porque había notado que su hija mayor (por entonces de 20 años) estaba cambiada y triste, tenía pesadillas y hablaba dormida en un tono que la alarmó. Por esos días le había pedido a una amiga de su hija que le preguntara si su padre la había tocado y esa otra chica se encargó de constatar las sospechas de la mujer. Según la amiga, la víctima no había dicho nada de que era manoseada, porque su padre había amenazado con golpearla.

Silvina Gerarduzzi, fiscal.

 

Los abusos contra ambas hermanas habían ocurrido en 2016, cuando todos convivían en otra casa, más precaria, en la que se habían visto obligados a compartir el mismo dormitorio porque el otro había quedado inhabitable a causa del derrumbe del techo. Los ataques ocurrían después de que la madre salía a trabajar (a eso de las 6 de la mañana) y el padre se quedaba a su cuidado, pues la mujer volvía después de las 12 y él trabajaba en una casa de reparto de comidas durante las noches, consta en el expediente.

Tras la denuncia, el padre de las niñas quedó preso. Ante una psicóloga que lo abordó, negó todo y se mostró muy cauteloso en sus respuestas. Pero entonces las pruebas lo complicaban, porque su ex también había dicho que con ella se había comportado de manera violenta. Y las psicólogas que entrevistaron a sus hijas revelaron que no mentían y presentaban indicadores de haber sido abusadas.

Abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por el vínculo y por la situación de convivencia fue el delito que le atribuyeron y que lo mandó a la cárcel. Y allí seguirá, porque al llegar a juicio ante el juez Martín Heredia Zaldo (Sala I, Cámara Penal) decidió admitir su culpa en las agresiones sexuales cometidas contra sus hijas en un juicio abreviado, que logró a través de su defensor oficial, Carlos Reiloba, con la fiscal Silvina Gerarduzzi. Por esos delitos aceptó 8 años de cárcel, la pena que finalmente le impuso el magistrado.