En su histórico paso por EEUU, el Papa Francisco se metió de lleno en algunos de los más ásperos debates políticos estadounidenses en una histórica visita, en la que pidió al país más rico del mundo que acoja a los inmigrantes, ponga fin al desamparo de las personas sin hogar y se preocupe más por el cambio climático. A veces su mensaje fue directo, como su pedido al Congreso de EEUU para que abandone su hostilidad hacia los recién llegados al país, otras veces más sutil, como su decisión ecológica de viajar en un pequeño vehículo Fiat en lugar de una gran camioneta blindada.
Si bien el Vaticano dijo que el Papa sólo reafirmaba las enseñanzas sociales de la Iglesia y no entregaba un testimonio político, muchos en la audiencia vieron el panorama de manera diferente.
Entre ellos, Gabriela Muñoz de Brooklyn, una inmigrante mexicana indocumentada, quien dijo que las palabras del Papa le trajeron ‘esperanza y fe‘. ‘Incluso si es en una pequeña medida, tocó los corazones de los legisladores‘, dijo. Pero el Congreso está fuertemente dividido en bandos y no está claro que su mensaje haya cambiado las posiciones en Washington o las Naciones Unidas, donde condenó el ‘afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material‘.
El primer papa latinoamericano negó que fuera un izquierdista pese a sus críticas a los excesos del capitalismo, y sus discursos ofrecieron a demócratas y republicanos munición para los intensos debates partidistas que han marcado al Washington actual.
Francisco también reiteró, en una referencia velada, la oposición de la Iglesia Católica Romana al aborto y defendió la noción tradicional de matrimonio en un país donde el matrimonio homosexual está garantizado por ley. Las cartas están sobre la mesa y habrá que ver qué puede cambiar esta visita en la que el Papa elogió a EEUU como ‘la tierra de la libertad’ y de la que se despidió ayer en la escalera del avión que lo llevaba de regreso a Roma con un: ¡Que Dios bendiga a América!‘.

