Al menos 15 personas, incluido un sacerdote, fallecieron hoy y decenas resultaron heridas en un ataque a una iglesia de la capital de la República Centroafricana, perpetrado por un grupo de hombre armados con fusiles y granadas, informaron autoridades y organizaciones humanitarias.

 

El país africano vive un complicado proceso de transición en el que se enfrentan grupos cristianos y musulmanes que libraron una sangrienta guerra civil de 2012 a 2014. En noviembre de 2015, el papa Francisco visitó la capital, Bangui, donde hizo un llamado a la unidad nacional, pero las tensiones volvieron a estallar a fines de 2016.

 

El ataque a la iglesia de Bangui, que ocurrió mientras el país africano celebraba el Día del Trabajador, tuvo lugar en el límite del barrio PK5, predominantemente musulmán, cuando desconocidos dispararon durante la celebración de un cónclave anual en la iglesia católica de Nuestra Señora de Fátima, que en 2015 ya había sufrido otro atentado.

 

‘Estábamos en plena misa. Los criminales acorralaron la iglesia y comenzaron a disparar con armas y granadas. Diez personas murieron en el lugar, incluido el abad Albert Toungoumale Baba. Hay muchos heridos de bala y por la explosión de las granadas‘, dijo Igney Yamalé, un fiel de la parroquia testigo de los hechos, a la agencia de noticias EFE.

 

Nueve cadáveres fueron llevados al hospital principal de Bangui, dijo un funcionario de la morgue, mientras que la agencia de ayuda Médicos Sin Fronteras dijo que seis personas murieron y otras 60 resultaron heridas en otros hospitales donde opera.El ataque desencadenó una ola de actos violentos y represalias en la capital centroafricana, y no quedó claro si todas las víctimas fatales murieron en el ataque a la iglesia o durante escaramuzas que ocurrieron después en el área circundante.El canciller de la Arquidiócesis de Bangui, Walter Brad Mazangue, confirmó la muerte del abad Baba.

 

Tras el ataque, miles de manifestantes se reunieron en la iglesia mientras su cuerpo, cubierto por una sábana, era transportado en una camilla improvisada hacia el Palacio Presidencial.República Centroafricana es uno de los países más pobres del mundo y, durante muchos años, fue uno de los más violentos de la región. Actualmente rige una frágil paz, custodiada por unos 11.000 de soldados de la ONU; sin embargo, la situación cada vez es más caótica e impredecible. A fines de 2012 una nueva guerra civil estalló.

 

En un año, las milicias rebeldes Seleka, de mayoría musulmana, lograron derrocar al presidente Francois Bozizé. Esto provocó una reacción de sectores radicalizados cristianos, organizados en las milicias Antibakala (antimachete), que terminó en una ola de masacres en todo el país y el desplazamiento forzado de alrededor de 1 millón de personas, que tuvieron que huir de sus casas para sobrevivir.

 

Meses después de esta escalada de violencia, tropas internacionales lideradas por Francia -la ex potencia colonial- desembarcaron para frenar la escalada de violencia, que provocó miles de muertes.El contingente militar francés permitió controlar la seguridad de ciertas zonas; sin embargo, sus soldados quedaron en el centro de una controversia internacional, cuando la prensa francesa reveló numerosos casos de abusos sexuales cometidos por efectivoss contra desplazados y civiles que buscaban la protección de las Naciones Unidas.

 

La elección de Faustin Archange Touadéra como nuevo presidente centroafricano en febrero de 2016 debía abrir una nueva etapa para la convulsionada y empobrecida nación. Sin embargo, el gobierno sigue sin poder garantizar la seguridad de sus ciudadanos y el control efectivo de todo el territorio. Por eso, la ONU está analizando pedir más tropas y negociando con las potencias mundiales, las responsables últimas de aprobarlo en el Consejo de Seguridad.